EL NOVELISTA PRESENTA SU LIBRO 'A FLOR DE PIEL'

Vacunas heroicas

Javier Moro novela la expedición que en 1802 utilizó a 22 niños para hacer llegar la inmunización contra la viruela a América

El escritor Javier Moro, ayer en el Museu Marítim de Barcelona.

El escritor Javier Moro, ayer en el Museu Marítim de Barcelona.

ERNEST ALÓS
BARCELONA

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México otorga cada año el premio Isabel Cendala, en memoria de la que considera la primera enfermera del país. Esta mujer cuidó de los 22 niños gallegos que fueron embarcados en 1802 en la corbeta María Pita, destino a América, como depósitos vivientes de la vacuna de la viruela, para a partir de ellos iniciar una campaña de vacunación masiva (se beneficiaron 500.000 personas) en las colonias españolas. El periodista gallego Antonio López Mariño logró documentar el origen de la enfermera, su nombre verdadero (Isabel Zendal, no Cendala ni López Gandalla como consta en el callejero de A Coruña) y cuatro pistas sobre su biografía de hija de campesinos, criada y madre soltera. Y a donde no llega el investigador llega el novelista: en este caso Javier Moro, que dedica su novela A flor de piel (Seix Barral) a la epopeya de la María Pita, a sus tres grandes protagonistas, los médicos Francisco Xavier Balmis y Josep Salvany, la enfermera Isabel Zendal y a los entonces opositores a la vacunación (curas ultramontanos, funcionarios corruptos y mercaderes de la salud).

«La identidad de esta mujer estaba envuelta en una nube de misterio, los historiadores pensaban que no era gallega, que una española no era lógico que tuviera una vida como la que tuvo y que quizá era de origen inglés, una novelista la imaginó como una gran dama de la burguesía gallega...», explica. «La gran mancha que ella tiene» es ser madre de un hijo natural, y la borra convirtiéndose en rectora del hospicio de A Coruña y embarcándose después hacia Veracruz en busca de una nueva vida. «Balmis le propone la libertad, y una  nueva identidad», aventura el novelista.

A Zendal le llegó el reconocimiento en México «pero el que no tuvo el menor reconocimiento -lamenta Moro- fue el mayor héroe, el catalán Josep Salvany, que murió enfermo en Cochabamba a los 33 años, totalmente olvidado, dando su vida por la expedición. Balmis fue un cabrón con Salvany, le eclipsó aunque le tocó la parte más dura, los Andes, las junglas». Otros héroes a la fuerza, claro, fueron los 22 huérfanos, siete de ellos de tres años.

La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna (impulsada por Carlos IV, que con media familia machacada por la viruela fue sensible a las peticiones desesperadas que le llegaron desde Bogotá) fue «el ejemplo más altruista de sanidad pública de la época», creado con el propósito de organizar un sistema de vacunación que alcanzase a toda la población, en un continente donde la viruela arrasó a la comunidad prehispánica. «Utilizar a los niños para que el virus llegase vivo a América fue una proeza, pero la genialidad de Balmis fue poner en marcha la primera campaña de vacunación masiva de la historia e implantar un sistema que es el núcleo del sistema de salud pública en esos países, creando juntas y cartillas de vacunación», opina Moro.

Las resistencias

¿Cuando ve lo que ha sucedido estos días en Olot, y cómo los pioneros tuvieron que enfrentarse a lo más retrógrado para conseguir sus objetivos, qué piensa Javier Moro?

«La gente está muy loca. La idea de inocular fluido procedente de un animal, de vacas, tuvo que ser... la Iglesia alzando los brazos al cielo y diciendo que te saldrían cuernos, era asqueroso, era contra natura, repulsivo, contra la ley de Dios. Esa idea misma, a pesar de la evidencia y de que ha salvado a 1.500 millones de personas en el mundo, la idea de que te metan el mal dentro para curar el mal, sigue generando resistencia. Es lamentable. Siempre hay resistencia a todos los avances, pero a estas alturas parece increíble, con lo caro que se puede llegar a pagar», lamenta el escritor.

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