REVELACIONES SOBRE UN AUTOR FILOFASCISTA QUE ESPIÓ PARA LOS NAZIS

El lado oscuro de González-Ruano

Un libro investiga cómo el periodista estafó a judíos

César González-Ruano, con Quadra Salcedo, examinando los orígenes de Colón.

César González-Ruano, con Quadra Salcedo, examinando los orígenes de Colón. / periodico

ANNA ABELLA
BARCELONA

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César González-Ruano (1903 - 1965) fue un personaje peculiar. Pícaro, moroso, dandi, alcoholizado, aspirante a marqués, reconocido como escritor y periodista por sus coetáneos. Según los servicios secretos italianos, «un sujeto inequívoco y sospechoso al máximo»; según los alemanes, un «aventurero dañino», según la Resistencia francesa, «perfectamente degenerado y depravado». «Ni los suyos se fiaban de él. Era de derechas y filofascista, un jeta. Pero sobre la ideología estaba el dinero», opina el periodista Plàcid Garcia-Planas, que junto a la escritora experta en nazismo Rosa Sala Rose ha alumbrado la crónica periodística El marqués y la esvástica El marqués y la esvástica(Anagrama).

En ella han buceado, durante una investigación de tres años, en la leyenda negra del que fue corresponsal de Abc en el Berlín nazi, la Roma fascista y el París ocupado y que, a pesar de colaborar con los alemanes, escribiendo para el ministerio de Propaganda de Goebbels virulentos artículos antisemitas, fue detenido, interrogado y encerrado durante 78 días por la Gestapo en 1942, en la prisión de Cherche-Midi, sospechoso de ayudar a los judíos a huir.

Ruano, que nunca se lo recriminó al régimen de Hitler -«Cómo voy a hablar mal de unos hombres que tras la segunda guerra mundial solo recibieron críticas»-, escribió en sus memorias, ambiguo y parco, que si lo arrestaron «no fue por robar relojes». Su diálogo con el jefe de prensa y propaganda de Franco Joan Estelrich aclara por qué la Gestapo le liberó: «Entonces usted no ha querido favorecer a los judíos, usted solo ha querido estafarlos». «Sí». «Usted no es un agente de los judíos, usted es solo un sinvergüenza».

Ruano decía que tenía contacto con la Embajada española y traficaba con salvoconductos para los fugitivos, desvalijándoles de sus bienes. Incluso vivía, a todo tren, en el piso de París del judío huido José Berheim. «Era verdad que engañaba a judíos y trapicheaba en el mercado negro, aunque no fue él solo -avisa Sala Rose-. La gangrena moral del París ocupado y de la colonia española, tanto de derechas como de izquierdas, que tras la victoria franquista cambiaron de chaqueta, era tal que muchos lo hicieron».

Pero lo que no han podido confirmar es la denuncia del maquis Eduardo Pons Prades, quien aseguró que los judíos a los que Ruano captaba para enriquecerse nunca cruzaban la frontera porque acababan asesinados en Andorra. Una pista que topó con el silencio. «Hay pánico en Andorra a tocar ese tema», apunta Sala Rose. «No se sabe el alcance de las matanzas pero está claro que no fue Auschwitz -añade Garcia-Planas-. Es un lugar pequeño, todo el mundo se conoce. Pero callar y no investigarlo hace crecer la leyenda negra».

CONDENA DE LA FRANCIA LIBRE / Sí han sacado a la luz la sentencia que prueba que la Francia libre juzgó en 1948 a Ruano en ausencia, pues vivía ya en España, y lo condenó a 20 años de trabajos forzados. ¿Motivo? En la cárcel nazi acabó siendo espía de la Gestapo e informó sobre los presos.

También han descubierto a una hija ilegítima de Alfonso XIII, ya fallecida, cuya madre fue Carmen de Navascués, tía de la compañera de Ruano, María Navascués, su gran amor y, según Sala Rose, una de las dos cosas más importantes en su vida. «La otra era su obsesión por tener sangre azul. Creía que había nacido para ser príncipe». Sus ínfulas nobiliarias le llevaron a trabar buena amistad con el exiliado Alfonso XIII en Roma, quien le prometió un deseado marquesado que nunca llegó. Una anécdota define al personaje: «Al enseñarle el tesoro de la catedral de Sigüenza se guardó una cucharita de oro en el bolsillo. Al ser descubierto, dijo: «Lo reconozco, soy un miserable».