La trayectoria vital

Pasión y disciplina

El músico, recibiendo el premio Príncipe de Asturias de las artes en el 2004.

El músico, recibiendo el premio Príncipe de Asturias de las artes en el 2004.

LUIS TROQUEL
BARCELONA

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México no solo figurará en la biografía de Paco de Lucía por tan inesperado fallecimiento. De allí era su segunda mujer, la periodista Gabriela Canseco, y a sus playas viajaba asiduamente desde hacía décadas en pos de esa serenidad que tanto anhelaba y tan pocas veces manifestó alcanzar. Y tampoco se trataba del único país latinoamericano crucial en la trayectoria de quien era mucho más que un mito en vida: ningún otro músico español de nuestro tiempo, ni siquiera los gigantes de la lírica, gozaba de tan unánime reconocimiento y plaza asegurada, a todo riesgo, en la posteridad.

En Cuba había instalado, desde hacía poco, su primera residencia. En Brasil, y de manera autodidacta (ya que no leía partituras), aprendió armonía y cambió con ella la historia de la guitarra flamenca. En Perú adivinó las posibilidades de un instrumento autóctono, el cajón: compró uno para el percusionista de su grupo y caló tanto en el flamenco que hoy el mundo entero piensa que es de origen calé. En Colombia, hace justamente 20 años, tuvo un accidente practicando pesca submarina que le sometió a una torturante rehabilitación, convencido de que no podría volver a tocar....

Afortunadamente se recuperó del todo, aunque su relación de amor y odio con la guitarra siempre tuvo algo de suplicio. Le llamaba su pesadilla. O decía cosas como: «La guitarra es una hija de puta, la detesto. ¡Cómo me gustaría encontrar algo que me permitiera no tocar más!».

Una grandísima parte de su vida, Paco de Lucía la pasó entre cuatro paredes. Superándose a sí mismo y, probablemente, a cualquier otro guitarrista habido y por haber. Disciplina y obsesiva pasión artística que le inculcó su padre Antonio Sánchez. Una historia parecida en parte a la de Mozart o Michael Jackson, aunque bastante mejor avenido con su progenitor. Su hermano mayor, el ya fallecido Ramón de Algeciras, era también guitarrista, y con su otro hermano, Pepe de Lucía (cantaor, compositor y padre de la famosa Malú), formó un dúo de niños prodigios: Los Chiquitos de Algeciras.

El apellido artístico les vendría a Paco y Pepe Sánchez de su madre, Lucía Gómez La Portuguesa. A ella le dedicó su última obra discográfica de verdadera enjundia, Luzía, en 1998. Y desde entonces dejaría casi de publicar discos, solo uno más en el ya lejano 2004 y una grabación en vivo como testimonio de que en directo sí seguía del todo en activo.

Gitanos y payos

Siempre decía que había que tocar con una mano buscando y otra en la tradición. Y que en realidad, querría haber sido cantaor. Nadie como él ha demostrado que el flamenco es también cosa de payos y, sin embargo, aseguraba que cuando componía lo único que realmente le importaba era el reconocimiento del público gitano. Asímismo, decía  que de no haberse dedicado a la música, igual hubiese acabado de contrabandista, como tantos paisanos suyos.

Controvertido por ello fue su matrimonio con Casilda Varela, hija de un laureado militar franquista, aún en plena transición. Con ella tendría tres hijos, y dos más en las segundas nupcias con la mexicana Gabriela; a los que quiso dedicarles todo el tiempo que a los mayores por motivos profesionales escatimó.

Nadie en el flamenco ha conciliado en vida tanta unanimidad. Solo él discrepaba de sí mismo. Cuando recibió hace 10 años el premio Príncipe de Asturias de las Artes, al preguntarle en una entrevista qué sentía al llenar teatros mientras otros guitarristas no lograban ni ser programados, respondía: «Pues que yo tengo una trayectoria distinta, que va precedida de un prestigio, y que la gente que va a verme piensa que decir en la oficina que me han visto les da prestigio a ellos también». ¿Soberbia? Todo lo contrario. Pero tampoco falsa humildad. Era un genio hasta para eso. Mientras todos los guitarristas querían ser como Super Paco, él hablaba así de la madurez: «Un día, de pronto, te das cuenta de que nunca llegarás a ser Supermán».