NUEVA OBRA DEL PREMIO NACIONAL DE CÓMIC
Siguiendo a Balboa
Alfonso Zapico va tras los pasos del conquistador en 'El otro mar'
Tras diez días recorriendo 110 kilómetros de norte a sur por la panameña selva de Darién, desde el Caribe al Pacífico, los mismos pasos que siguió hace 500 años el conquistador extremeño Vasco Núñez de Balboa, al dibujante asturiano Alfonso Zapico (1981) -que hace justo un año se alzaba con el Premio Nacional de Cómic gracias a Dublinés, la biografía de James Joyce- le quedó en la piel un cúmulo de sensaciones, «las mismas que pudo vivir en su día el explorador español» y que ha recreado en viñetas en El otro mar El otro mar(Astiberri).
Zapico, que sigue trabajando desde la Maison des Auteurs de Angulema (Francia), hizo el pasado marzo un paréntesis en el ambicioso La balada del Norte, cómic sobre la Revolución de Asturias de 1934 -que empezó el año pasado y cuyo primero de dos volúmenes verá la luz en el 2014-, y aceptó la propuesta del escritor Ignacio del Valle para participar en una expedición de la Fundación Mare Australe, para conmemorar ese quinto centenario de la llegada de Balboa al Pacífico, en septiembre de 1513, convirtiéndose en el primer europeo en ver ese «otro mar», el mar del Sur, desde la costa oriental.
ANÉCDOTAS / En ese viaje, especie de laboratorio artístico e intercambio entre Panamá y Europa, se embarcaron junto a Zapico, fotógrafos, escritores, músicos y fotógrafos, cada uno con el objetivo de crear una obra sobre el tema en sus respectivas disciplinas. «He primado la rutina del viaje y los pequeños detalles y anécdotas y conversaciones experimentadas mientras pisábamos los mismos escenarios que pisó Balboa. La selva, la montaña agreste y deprimente, los sofocos, el calor de la cordillera, la humedad, que te hace sentir siempre mojado, de día y de noche. Hasta hice que Balboa se desmayara, como me pasó a mí, que por agotamiento me quedé un rato inconsciente. Los cocodrilos, las serpientes... -rememora el autor de Café Budapest-. Más que la parte histórica me interesaba meter al lector en esa atmósfera de asfixia. Usé unas veladuras, como capas transparentes, sobre el color de cada escenario».
Pero la historia está ahí. Las rencillas entre españoles, las intrigas de la Corte del rey Fernando, que acabaron con Balboa en el patíbulo y, sobre todo, la bien ganada fama de sanguinarios de los conquistadores españoles ante la población indígena. O se sometían o eran aniquilados sin compasión. «No se puede obviar la historia. Es la parte más dramática del encuentro entre dos culturas, del choque entre dos mundos. Balboa se llevó por delante a toda aquella civilización. Era como el Salvaje Oeste -constata-. Tras su muerte, los pueblos indios del istmo de Panamá casi habían desaparecido».
¿Qué movía a aquellos hombres? ¿La avaricia del oro y las tierras? «Un poco todo. La ambición, la locura. He intentado empatizar algo con ellos. Llegaban a un nuevo mundo desde una España en la que no tenían futuro, sin nada que perder. Creo que cada uno intentaba, a su manera, dar algo de sentido a su existencia, porque la vida en aquella época y en aquel mundo no valía nada».
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