En un lugar solitario

EL LIBRO DE LA SEMANA. A los que piensen que Richard Ford había alcanzado ya la cumbre, 'Canadá' les hará cambiar de opinión

Richard Ford, durante su reciente visita a Barcelona.

Richard Ford, durante su reciente visita a Barcelona.

SERGI SÁNCHEZ

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¿Qué decir de novela tan hermosa? El lugar común de la obra maestra o el libro definitivo hace el ridículo cuando se intenta calificar, sí, las ambiciones de un texto tan monumental como un país desierto. ¿Que por qué se titula Canadá? Si piensan en Xanadú o Shangri-La quedarán decepcionados, porque la visión que ofrece Richard Ford de Canadá no es precisamente la del sueño de la tierra prometida o el paraíso perdido que soñaban los inmigrantes que llegaban al Nuevo Continente. Es un lugar donde escapar, empezar de nuevo y reinventarse, pero es tan salvaje e inhóspito como la América profunda. O como la voz desolada de un viejo que pasa revista a su experiencia vital, que mira por el catalejo y encierra en sus ojos el momento justo en que todo cambió, el momento en que sus padres atracaron un banco y convirtieron a sus hijos mellizos en el yin y el yan de aquello que denominamos vida.

La voz de Dell Parsons nos explica la historia de su adolescencia desde la sabiduría de quien está cerca de los 70 pero, sin embargo, la cuenta como si tuviera 16 años, con una modulación tan sutil del lenguaje, con una prosa tan precisa y de una madurez tan inocente, tan repleta de presagios y a la vez tan temerosa del futuro -como si aún pudiera haber un futuro para los pocos personajes que conforman el paisaje de la novela-, que parece imposible que lo que estamos leyendo sea posible, esté impreso en papel. La voz de Dell

-primero analizando la disolución de su familia, antes e inmediatamente después del atraco, haciendo hincapié en la relación con sus padres, en entender por qué estaban juntos e hicieron lo que hicieron; y luego en su breve exilio en Canadá, cerca de la frontera, con la violencia pisándole los talones, y la soledad subiéndole como la fiebre, y otra figura paterna apretando el gatillo de la desgracia- quiere aprender de los errores de los adultos, pero no puede. No ha podido, como se demostrará en un epílogo estremecedor, lo mejor que ha leído este crítico en mucho tiempo.

En la segunda parte de Canadá da la impresión de que Ford se saca un par de deus ex machina de la manga con el fin de tender puentes, establecer paralelismos y forzar la aparición del lado oscuro de Arthur Remlinger, el un tanto sui géneris benefactor de Dell en su asilo canadiense. Es solo una impresión, dado que toda esa sección parece una puesta en escena para que el Bien y el Mal puros se enfrenten ante los ojos de Dell, y que su vida posterior -y sus propios errores- esté tan marcada por ese episodio como por el del atraco cometido por sus padres.

EMOCIÓN / La prosa detallista de Ford puede hacernos pensar que Canadá es una novela atada a los hechos, pero la intangibilidad de las emociones manda. Y cuando empezamos a echar de menos a Berner, la hermana melliza de Dell, y nos preguntamos por qué Ford la ha despedido tempranamente del relato, la novela la recupera, la abraza, la besa con tal calidez que resulta difícil imaginar cómo las palabras pueden ser capaces de semejante delicadeza sin ser sentimentales. A los que piensen que Ford se había paseado por la cumbre con la trilogía protagonizada por Frank Bascombe -en especial El periodista deportivo y El día de la independencia-, Canadá les hará cambiar de opinión.

3CANADÁ  / CANADÀ

Richard Ford

Trad: Jesús Zulaika / Albert NollaSFlbAnagrama / Empúries

512 / 448 págs. 24,90 €