LAS CRÍTICAS

'El dictador', la fiera ya no muerde como antes

NANDO SALVÀ

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El dictador Aladeen es el personaje menos completo del catálogo de Sacha Baron Cohen -de hecho, resulta sorprendentemente previsible para sus estándares-, pero sigue mostrando una predisposición encomiable a arrojarse a las situaciones más embarazosas y terribles con el fin de reírse de muchas cosas y aquí en concreto, sobre todo, de la tiranía de líderes de Oriente Próximo como Ahmadinejad y de la del imperialismo americano. Y pese a esos lapsos de metraje totalmente libres de risas y a que, en sus momentos menos inspirados, Cohen recuerda al peor Mike Myers, un porcentaje aceptable de sus chistes funciona. Pero, tratándose del hombre que creó Borat (2006), eso no basta.

Tiene sentido que el británico sintiera la necesidad de alejarse del estilomockumentalde esa obra maestra y su fallida continuación,Brüno(2009), porque se hizo demasiado famoso para seguir paseándose por la vida de incógnito y porque el método llegó a convertirse en fórmula. En todo caso,Boratestaba dotada de una ferocidad satírica cercana a la hostilidad que ponía en riesgo el pacto de no agresión habitualmente existente entre los cómicos y el público yEl dictador, en cambio, carece de esa energía.

Aunque el hiperbólico comentario político la afile un poco, es una mera mezcla de humor escatológico,slapstick, incorrección, cameos de celebridades y hasta comedia romántica. En otras palabras, es una película normal. Casi nunca hace que nos cuestionemos si quizá Cohen se está pasando de la raya -hasta evita toda referencia al Islam-, y una sátira como Dios manda debería provocar esa duda constantemente.