LA ESCRITORA Y EL ARQUITECTO REFLEXIONAN SOBRE SUS RECUERDOS DE INFANCIA YJUVENTUD

Tusquets & Tusquets

Los dos hermanos publican la autobiográfica 'Tiempos que fueron', escrita a cuatro manos

Los hermanos Tusquets, arriba, el viernes en Castell-Platja d'Aro, y sentados a la izquierda en la imagen pequeña, tomada en 1956.

Los hermanos Tusquets, arriba, el viernes en Castell-Platja d'Aro, y sentados a la izquierda en la imagen pequeña, tomada en 1956.

FERRAN COSCULLUELA
CASTELL-PLATJA D'ARO

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Los escritores que publican libros basados en su vida deberían impedir a toda costa que los leyeran sus hermanos. Ya se sabe, como ocurre con el crimen perfecto, en estos casos siempre es mejor no dejar testigos. Y los familiares próximos suelen ser testimonios directos de las experiencias vitales de los autores. Por lo tanto, si quieren ahorrarse el inevitable «eso que cuentas no pasó así», solo tienen dos alternativas: liquidarlos o hacerles la misma propuesta que la escritora y exeditora Esther Tusquets lanzó a su hermano. Esto es, escribir una obra a cuatro manos sobre recuerdos y vivencias de la infancia y la adolescencia compartidas.

El resultado dependerá mucho del gancho literario de la familia en la que ambos nacieron y de las dotes narrativas delpartenaireen cuestión. Pero tratándose de Óscar Tusquets, arquitecto, pintor, escritor y polemista vocacional, el interés deTiempos que fueron(Bruguera, en castellano y catalán) está garantizado.

La obra, que hoy llega a las librerías, está planteada como un intercambio dee-mailsen la que los Tusquets rememoran anécdotas y puntos de vista sobre sus primeros años de vida. Más que una obra epistolar, el lector tiene la sensación de estar en medio de un chat. Dos tipografías y dos colores diferencian cada texto. Una distinción innecesaria a medida que se avanza en el libro, porque estos hermanos son dos personalidades tan dispares que es imposible confundirlos. Esther, reflexiva, metódica y comprometida. Óscar, ácido, impredecible y anarcoburgués. Dos versiones de una vida compartida explicadas con un lenguaje directo al servicio de la memoria.

Ambos reconocieron, durante un encuentro, la pasada semana en el Hotel Costa Brava de Platja d'Aro, lo poco que habían hablado hasta ahora de sus cosas. «Creo que eres muy reservado. Para mí uno de los objetivos básicos de este libro es saber de ti», confiesa Esther. A lo que Óscar admite: «Es verdad, no sé muy bien por qué razón no he hablado casi nunca contigo de cuestiones personales. La verdad es que tampoco lo he hecho con mis contados buenos amigos».

DE CLASE ALTA / Pertenecientes a la clase alta de la Barcelona de posguerra, la «opulencia» (para Esther) de la que disfrutaban era una realidad paralela que ignoraba el día a día de hambre y racionamiento del «pueblo llano» (como dice Óscar). Flamantes coches, viajes, golf, hípica, ballet, colegios privados, cruceros, veranos en el Hotel Costa Brava, palco en el Liceu, cocinera y criadas...

Un desfile de privilegios que sería una grosera ostentación si no fuera compensada con algunas de las carencias, sobre todo sentimentales, de la familia. «En tus libros (dice Óscar) aparecemos rodeados de lujos (…) sin embargo, yo recuerdo bastante austeridad: ni una fiesta con amigos de nuestros padres en casa, ni una botella de alcohol, un frío tremendo en el piso, pan negro».

Un padre médico que parecía vivir a la sombra de su esposa y que combina una doble faceta de «idealista ypetit botiguer». Una madre «acomodada» a una vida burguesa tras un matrimonio sin amor, que delegaba en el servicio el cuidado de los niños. Muchas tardes, cuando llegaban a casa (comían en el colegio), su madre los esperaba enfundada en sus elegantes vestidos para darles un beso antes de acudir al club, donde cenó con su marido y sus amigos a lo largo de casi 40 años.

LA FIGURA MATERNA / Una figura materna con una sugerente fuerza literaria y una presencia que abarca toda la obra. Mujer de personalidad particular, llena de cualidades y contradicciones. Franquista, pero atea y liberal, hasta el punto de tener un amante conocido y, al parecer, consentido. Dotada para las artes, pero entregada a una vida regalada.

Una madre glamurosa que contrasta con un servicio doméstico proletario que tenía a los niños atemorizados («Cuando dé la vuelta la tortilla les cortaremos el cuello a vuestros papás», cuenta Óscar que les amenazaban). Criadas que les pegaban y castigaban y que incluso «asesinaron» a su perro. Una tiranía que el menor de los hermanos ilustra con humor. Un día los hermanos se rebelaron porque la nueva cocinera hacía una comida que era una auténtica «bazofia». Se quejaron a la madre, pero esta zanjó con esta réplica el motín: «No pretenderéis que yo entre en la cocina».

Una particular relación familiar que es improbable que se repitiera en el resto de las buenas familias de Barcelona. Los Loewe, los Sentmenat, los Godó, los Basso, los Mestre. Muchos de ellos asiduos a las mismas escuelas, entre las que sobresale el Colegio Alemán.

Un despertar del amor y el sexo que narran en detalle (impagable la masturbaciónartísticaque narra el arquitecto), y una reflexión sobre sus vocaciones (pintura, en el caso de Óscar y literatura y teatro, en el de Esther), frente a las obligaciones prosaicas que marcaron sus padres. El libro se cierra como un círculo, en el que la historia se repite. La madre muere en soledad (atendida por el servicio, como los niños) tras pasar años escondiendo su decrepitud. «Ambos fuimos muy crueles. Nos desentendimos», admite Esther, con la desnuda sinceridad que marca toda la obra.