arqueología

El Barbier-Mueller indaga en las culturas nativas norteamericanas

Una visitante observa una máscara yupik utilizada en las ceremonias rituales previas a la caza.

Una visitante observa una máscara yupik utilizada en las ceremonias rituales previas a la caza.

NATÀLIA FARRÉ
BARCELONA

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Antes de salir a cazar, los yupik, una de las tribus inuit de Alaska, piden permiso a su presa para ser capturada e intentan convencerla para que no se oponga. Lo hacen mediante rituales en los que utilizan máscaras con la apariencia de la pieza deseada. Entre 500 y 700 años atrás, uno de estos grupos debió suspirar por una garza negra y se engalanó para la ceremonia previa a su caza con una bella careta con el rostro de la ave y un dibujo que simulaba su alma –los yupik estaban convencidos de que todo animal o cosa tenía espíritu–. La máscara en cuestión es la estrella de la muestraRastros del Norte que hoy inaugura el Museu Barbier-Mueller de Barcelona.

La exposición recoge 80 obras representativas de los pueblos que antiguamente habitaron las zonas que hoy corresponden a Canadá, Estados Unidos y México. «Y esta es la gran novedad de la muestra, que abarca todo el territorio de Norteamérica, tanto la parte anglófona como la latina», apunta Anna Casas, la directora del museo. Otro de los atractivos, según la experta, «es que presenta culturas que raramente se exhiben en Barcelona», como son las que se desarrollaron en los territorios más norteños, cuyo material proviene del centro Barbier-Mueller de Ginebra (Suiza). Las piezas de las culturas más meridionales son del museo barcelonés.

El recorrido empieza en el Ártico y finaliza en la frontera con Guatemala. En el camino hay espacio para los pueblos inuit, tlinglit (foto izquierda), haida, iroquesa (foto derecha), cherokee, sioux, azteca, maya y un largo etcétera. También hay sitio para descubrir las máscaras de concha de la zona del Misisipí, donde se agrupaban culturas que construían túmulos más grandes que las pirámides mesoamericanas.

AMPLIO PERIODO / Y para las cerámicas muertas del pueblo mogollón del oeste de EEUU, terracotas que se agujereaban por la base en el momento de ser enterradas con sus propietarios. Sin olvidar los famosos tomahawk de los indios de las praderas. Esas hachas de guerra servían para descalabrar al enemigo y arrancarle la cabellera. El proceso debía hacerse con el rival aún con vida, antes de que el alma abandonará du cuerpo.

Todas las piezas «son únicas y se presentan como lo que son, obras de arte», explica Casas. La mayoría son objetos rituales relacionados con las ceremonias: máscaras, pipas –por primera vez se muestran las de la zona de mesoamérica de la colección del museo–,

cerámicas, esculturas, tallas y herramientas de guerra. Y abarcan un periodo muy amplio: la parte nativa americana empieza antes de la era cristiana y acaba con una pieza navajo del siglo XX, ya que esta cultura sigue en la actualidad realizando sus ceremonias y produciendo objetos rituales. Las obras pertenecientes al territorio mexicano arrancan en el año 350 d.C. y se extienden hasta el contacto con los primeros europeos.

TAN IGUALES, TAN DIFERENTES / Los pueblos y culturas representados enRastros del Norte pertenecen etnográficamente al mismo grupo y las diferencias entre ellos están condicionadas por el variado hábitat por el que se mueven. No es lo mismo vivir en el Ártico que en el desierto de Sonora, la zona boscosa o el noroeste –una parte donde la naturaleza es extremadamente rica–. Otro punto que comparten es el rápido y radical cambio que experimentaron todos ellos con la llegada de los europeos y la introducción de nuevas herramientas, sobre todo, del caballo. Pero más allá de estas coincidencias, los pueblos norteamericanos precolombinos son heterogéneos: «Muchos son animistas, pero no todos, y algunas sociedades son matriarcales», aclara Casas.

Para dar a conocer todas estas historias y profundizar en todas estas civilizaciones, el museo ha organizado de forma paralela un programa pedagógico y un ambicioso ciclo de conferencias previsto para el mes de octubre. «La exposición es solo una parte de un proyecto científico que tiene la idea de dar a conocer culturas poco conocidas», aclara Casas.

La muestra coincide con el 13º aniversario de la apertura del museo en Barcelona, que recoge parte de la colección del suizo Jean Paul Barbier, y para celebrarlo, durante la próxima semana habrá jornada de puertas abiertas y el acceso será gratuito. Aunque hasta el mes de abril del 2011 habrá tiempo para disfrutarla.