Collserola prevé acabar este año con las últimas 50 chabolas de Montcada

Una excavadora derriba una de las barracas del Turó de Montcada, ayer por la mañana.

Una excavadora derriba una de las barracas del Turó de Montcada, ayer por la mañana.

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / BARCELONA

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este es un asunto social, urbanístico y medioambiental. Pero también histórico, costumbrista y familiar. Collserola es un parque natural peculiar, rodeado de cuatro millones de personas, atravesado por autopistas, trufado de núcleos urbanos. Y aún tocado por el barraquismo. La mayor colonia chabolista es la que se despliega en las laderas de Montcada i Reixac, a ambos lados de la C-17. Ahí se empezó a actuar en el 2011. Había más de 350 y hoy quedan en pie medio centenar que están a la espera de una resolución judicial o de la actuación de los servicios sociales, porque 12 familias deben ser realojadas pero aún no hay noticias, ya sea porque no es fácil determinar qué administración debe hacerse cargo o porque los afectados o no se han molestado o no saben dónde deben acudir. El consorcio del parque asegura que antes de que termine el año, esta parte de la montaña quedará limpia de chabolas.

José trabaja sobre las ruinas de la que fue su casa durante, dice, 28 años, en el Turó de Montcada. Intenta separar la chapa de una puerta de madera. Ahora se ha instalado en la barraca de Diego, un poco más abajo, que por ahora se ha salvado de la piqueta pero poco le falta. A finales de noviembre esto era un campamento de huertos (ver fotos), y hoy, tras el paso de las máquinas, es un vertedero que poco a poco se irá limpiando. Esto es suelo forestal, un parque natural desde el 2010, y las construcciones fuera de ordenación ya no tienen cabida aquí.

«La mayor amenaza para Collserola es la ocupación ilegal», advierte Marià Martí, gerente del consorcio del pulmón barcelonés, que muestra a este diario las tareas de derribo y desescombro. Admite, sin embargo, que antes que la naturaleza van los derechos de las personas, de esa docena de familias que viven de manera permanente en la montaña. «No se trabajará en sus chabolas hasta que no se haya dado una respuesta social a su situación», tranquiliza. Detalla que desde el 2011 se han erradicado cerca de 300 barracas, y que la previsión es que antes de que termine el año se hayan derribado el resto, unas 50, 19 de ellas habitadas. Martí diferencia entre los casos de emergencia social y los de personas con más cara que espalda. Comparte la anécdota de unos dominicanos que llegaron a instalar una discoteca en plena montaña, o el de -y señala al fondo del Turó de Montcada- «unas personas que se construyeron una piscina». Para toda esta labor se ha destinado cerca un millón de euros que en gran parte ha sufragado el consistorio barcelonés.

Lo que ocupa y preocupa de verdad es la situación de las familias que echaron mano del chabolismo como último recurso de subsistencia. Explica Miquel Ferrer, activista de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca de Montcada, que siguen pendientes de que los servicios sociales de su propia ciudad y de Barcelona «les den una solución para poder abandonar las barracas». Al parecer, cinco de estas familias, según la PAH, no tienen papeles, aunque fuentes del ayuntamiento de la capital catalana puntualizaban ayer que el servicio asistencial se les brindará sin pedir documento alguno. Este mismo portavoz reafirma el compromiso «de atender a estas personas», a las que se invita que acudan «a sus centros de referencia en función de su empadronamiento».

Carmen Pavón es una de las personas que espera que alguien le diga algo. «Sabemos que ocupamos unos terrenos que no son nuestros, pero la necesidad nos obliga», dice. Confiesa tener miedo porque contempla cómo las máquinas avanzan. «Me marcho por la mañana con la duda de si a la vuelta todavía seguirá ahí mi casa». No le quepa duda, porque el consorcio tiene la zona perfectamente catalogada y sabe lo que se puede y no se puede derruir. Una asistenta de Montcada le da comida, pero lleva 25 días sin saber nada de los servicios sociales, lo que le genera un cierto estado de angustia. Así las cosas, flota en el ambiente una cierta sensación de incertidumbre. Nadie se ha movido menos la excavadora, que respetará sin fisuras a las familias. Luego están los que no viven pero usan la barraca desde hace décadas. Su caso está en los juzgados. Echan mano de una figura legal, la usucapión. En resumen: si llevas ahí mucho tiempo, es tuyo.