CONDUCTAS DE RIESGO EN EL CIBERESPACIO

Impunidad en la red

Un grupo de adolescentes manipulan la aplicación Snapchat en el móvil, ayer en Barcelona.

Un grupo de adolescentes manipulan la aplicación Snapchat en el móvil, ayer en Barcelona.

VÍCTOR VARGAS LLAMAS
BARCELONA

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A Carla le gustaría que el tiempo pasara muy rápido. Tan deprisa que, si de ella dependiera, la próxima vez que se mirase en el espejo se habría convertido en una adulta y sería imposible reconocer su actual fisonomía. No es ningún afán desmesurado por superar su adolescencia, ni se siente acomplejada por su físico. Lo que la obsesiona es que un extraño pueda identificarla más allá de su cara, en su desnudez. Un complejo que raya la compulsión después de que las imágenes íntimas que envió meses atrás a quien hoy es su expareja estén ahora disponibles para un sinfín de desconocidos.

Ella, que en realidad no se llama Carla, confió en su chico y pensó que, además, disponía de red para asumir el riesgo: le tranquilizaba que realizaba la entrega a través de Snapchatuna aplicación para móviles que elimina automáticamente la imagen segundos después de que el receptor la descargue. Pero no contaba con una doble traición. La primera la supo al instante, al conocer la posibilidad de hacer una captura de la imagen, lo que vendría a ser una foto de la propia foto. Tuvo constancia después de que la propia 'app' le alertara de que el chico había guardado una prueba de la imagen antes de que esta desapareciera, una opción escondida en la letra muy pequeña de las condiciones. Pese a sus reticencias, el joven la convenció de que nadie más que él se recrearía con la imagen.

La pasada Navidad, dos meses después de la instantánea llegó la segunda deslealtad, cuando su sexualidad se convirtió en cotilleo, primero de su instituto, en Barcelona, luego de todo su barrio. Y finalmente, de los inabarcables confines de internet. Marc Masip, psicólogo y director del Programa Desconect@ para el buen uso de las nuevas tecnologías, está tratando a Carla desde hace un mes de «los traumas» que le ha generado la experiencia. «Vive sumida en un estado de ansiedad, ha bajado su rendimiento escolar y ha dejado de confiar en los demás. Siente que ha perdido el control de su propia vida», afirma el terapeuta.

POTENCIAR EL MORBO / El fenómeno no es nuevo, ya que el 'sexting', el envío de imágenes de contenido sexual, está consolidado entre las nuevas generaciones, nativos digitales, dadas las facilidades para captar y transmitir datos en cualquier formato. Snapchat es la nueva sensación para millones de jóvenes de todo el mundo, que cada vez más arrinconan a Facebook y otras redes sociales de contrastada popularidad para explayarse a su manera en esta plataforma.

El usuario tiene la posibilidad de elegir entre tomar una foto o un vídeo, a los que puede aplicar un puñado de sencillos filtros o efectos visuales para adecuar el formato a sus preferencias, como ya ocurre con otras aplicaciones, por ejemplo Instagram. También puede incluir un pequeño texto, e incluso una herramienta permite realizar retoques y añadir detalles de colores.

El programa, disponible para sistemas operativos iOS (Apple) y Android (Google), es gratuito y permite el envío a una persona o, simultáneamente, a un grupo de la lista de contactos. El creador de la foto sí puede decidir guardarla para que engrose su propia galería.

La clave que explica su éxito reside en la teórica provisionalidad, el límite temporal en que se podrá visualizar la foto en el terminal del receptor. Es decisión de quien la envía limitar los segundos que se expondrá en la pantalla ajena, con un máximo de 10. «La compañía proporciona los ingredientes necesarios para potenciar el morbo y captar el interés del joven: caducidad inmediata, no deja rastro y se escapa al control de los padres», relata Masip.

El catálogo de maldades es tan variado como alcance la imaginación adolescente. Otro perfil habitual es el de la víctima de 'cyberbullying'Un ejemplo es Roger, otro nombre ficticio para identificar a un chico de 16 años de la zona alta de Barcelona. Él no quiere volver a clase. No al menos al centro al que iba, donde se siente incapaz de aguantar la mirada de sus compañeros después de que se viralizara un 'selfie', una imagen semidesnudo que él envió a unos amigos en clave humorística. Uno de ellos no lo entendió así y la reenvió, convirtiendo al incauto chaval en objeto de escarnio de todo el instituto.

Sus padres ya le buscan otro centro, pero antes esperan conseguir que se atreva a salir de casa. «Está depresivo. Va por la calle y cree que la gente le mira porque le reconoce, así es que prefiere quedarse encerrado en su cuarto», relata Masip.

RESPONSABILIDAD / Son malas prácticas que no se corresponden con el uso de la mayoría, sean más o menos jóvenes. Pero para una aplicación que, según sus datos, acoge a diario 400 millones de 'snaps' -mensajes de foto o vídeo-, es innegable que en un porcentaje de ellos, por residual que sea, se aprovechan las condiciones propicias que se dan para jugar peligrosamente con la intimidad o atentar contra intereses de terceros.

Consciente de las posibles repercusiones que podría acarrearle la exposición de imágenes comprometedoras capturadas a través de su plataforma, la exitosa empresa dice no conservar en sus servidores ninguna foto una vez descargada por un usuario. Según Manuel Martínez Ribas, presidente de la asociación de tecnologias de la información del Col·legi d'Advocats de Barcelona, según el contenido de la foto se pueden vulnerar «el derecho a la intimidad, a la imagen e incluso a la propiedad intelectual». En cualquier caso, Martínez sostiene que la empresa debe conservar los datos relativos al momento de la entrega, el tamaño del archivo y otros protocolos relativos a la entrega, «pero, por ley, no está obligada a conservar la propia imagen».

El colofón, la culminación de la tormenta perfecta para que la 'app' acoja desmanes, abusos y otras prácticas peligrosas en un marco de absoluta impunidad.