"Soy pobre, pero un señor"

SORIANO

SORIANO / periodico

TERESA PÉREZ / BARCELONA

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Enrique Soriano (Barcelona, 1933) no tuvo un golpe de mala suerte. “Fueron varios”, remarca. Pero uno fue definitìvo. Su madre, el único familiar que tenía en este mundo, sufrió una operación en 1989 y por culpa de la anestesia se quedó en coma vigil y así permaneció durante 15 meses hasta que falleció, el 10 de marzo de 1991. Enrique tomó una decisión de rompe y rasga que haría soltar lágrimas a más de una progenitora. “Dejé el trabajo porque quería que mi madre me viera cada día a su lado. Cuando yo entraba arqueaba las cejas y movía la cabeza para seguirme con la mirada. Era nuestra única comunicación. Fue muy duro porque yo solo la tenía a ella”, recuerda emocionado.

Fueron 15 meses sin ningún ingreso y “gastando y gastando para que mi madre tuviera todo lo que necesitara. Yo estaba a punto de cumplir 60 años, una mala edad”, dice. Y como las desgracias siempre llegan acompañadas intentaron subirle el alquiler del piso en el que vivía en la calle de Urgell. “No sabía de dónde sacar el dinero y de la noche a la mañana me quedé en la calle con dos maletas que llené con mis recuerdos”, rememora.

“Soy pobre, pero un señor”, afirma para describir una vida venida a menos. “En la vejez más vale estar atontado para no darte

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cuenta de las cosas”, añade. “A mí siempre me ha gustado lo bueno y vivir bien. Decir que lo importante es la salud son gilipolleces, también hay que tener dinero y juventud”, aclara. 

LANGOSTA FRÍA

Enrique estaba acostumbrado a llevar un ritmo de vida alto. Estudió en los Maristas “cuando no había abusos”, puntualiza. Su madre trabajaba en Radio Juventud y su padre tenía una empresa de marroquinería. La primera comunión del pequeño Enrique fue un acontecimiento. Aún guarda una cartulina con el menú de la fiesta. Era el año 42 cuando, recién acabada la guerra civil, todavía convivían las cartillas de racionamiento. Los invitados degustaron en la celebración un surtido de entremeses, seguido de canelones, de tercero langosta fría y por último pollo, cuatro tipos de postre y surtido de pastelería. Los vinos también estuvieron a la altura del convite.  

La familia Soriano vivía en el Eixample. “Teníamos piano en casa y cuadros de la escuela catalana, entre ellos un Ramon Casas,

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que tuve que vender. Y hasta apartamento en la playa”, enumera. “He tenido siete coches, uno detrás de otro, no todos a la vez”, explica socarrón. Enrique tuvo un negocio de importación de carne de Brasil, una inmobiliaria dedicada principalmente a la venta de terrenos y fue analista de empresas. Viajaba con los amigos a Francia y disfrutaba apostando en los casinos. Por eso lamenta su caída vertiginosa: Llo que me ha pasado es muy injusto porque no me lo merezco".

PENSIONES

Su elevado nivel de vida corrió paralelo a sus relaciones políticas. Fue presidente de la Asociación de Perceptores de Pensiones no Contributivas (APPNC), yAsociación de Perceptores de Pensiones no Contributivas (APPNC) desea remarcar que "Josep Maria Bastús, de Cáritas, me ayudó mucho", insiste. Intervino en el Parlament de Catalunya y también en las reuniones del Pacto de Toledo y de aquel pasado muestra una colección de tarjetas de políticos de renombre. Una de ellas es Artur Mas en la que escribió de su puño y letra, tras la muerte de su padre, su agradecimiento a Enrique por su acompañamiento.La  juventud, familia, dinero, contactos… se han evaporado,  pero Enrique deja un legado tangible: fue el conseguidor de los 107, 60 euros mensuales que aporta la Generalitat a las personas que cobran una pensión no contributiva de 368,90 euros.

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