"La primera vez creo que temblé"

María evoca su primera experiencia como "acompañante erótica" de discapacitados

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TERESA PÉREZ / BARCELONA

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"Creo que temblaba, pero estaba tan nerviosa que no recuerdo muy bien si era él o fui yo". Así describe María, nombre ficticio, su primera experiencia como acompañante íntima de un discapacitado físico en una localidad próxima a Barcelona. Después ha tenido otros tres contactos, pero con personas diferentes y también con demandas distintas. María, que trabaja de dependienta en un comercio, se dedicaba entonces a dar masajes terapéuticos  y "aunque profesionalmente estaba acostumbrada al contacto físico con el cuerpo de mis pacientes, eso era muy distinto", matiza.

En ese momento se encontró que tenía que echar mano de grandes dosis de ternura y de toda la sensibilidad de la que podía ser capaz. "Me daba miedo dar un paso en falso y equivocarme", rememora.

PETICIÓN AMISTOSA

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Una amiga le había pedido si podía ayudar emocionalmente a Alfred, un familiar suyo, también con nombre ficticio, en su primera experiencia sentimental. Rondaba ya la treintena. “No deseaba que su primer contacto fuera con una prostituta”, explica, aunque reconoce sin rubor que medió una "pequeña compensación económica" en esta relación. Le costó lo suyo tomar la decisión y al final aceptó "¿Por qué no", se preguntó. Le habían explicado que en otros países funcionan estos intercambios, pero nunca se había detenido a pensar en ello. Ella no había acudido a ninguna asociación. “He ido siempre por libre", aclara con desparpajo. Pero ahora, tras las experiencias vividas, no quiere repetir. "Solo es ya una parte de mi pasado", afirma.

Recuerda su primer encuentro con Alfred y lo recuerda con cariño. No se conocían en persona, tan solo por referencias. Quedaron a cenar y a tomar una copa para romper el hielo. "Alfred me pidió si me podía acariciar la cara. Me apartó un mechón de pelo que me tapaba un ojo. Fue un instante muy tierno”, cuenta. Después fueron a un hotel (“no quería continuar en mi casa y en la suya no podíamos”) y allí  los besos y las caricias aparecieron en todo su esplendor. “Se despidió de mí con un abrazo. No me atrevo a decirlo pero yo aquel abrazo lo percibí como algo muy intenso. No lo he vuelto a ver más, no sé qué ha sido de su vida. Solo sé que vive fuera de Catalunya”, puntualiza.

RELOJ EN MANO

Tras esta experiencia inicial ha mantenido, por diversas circunstancias que prefiere silenciar, otros tres acompañamientos más o menos íntimos. En todos ellos las demandas han sido diferentes. “Hay personas que buscan el placer en un beso y en las caricias pausadas. Descubrir los rincones eróticos de su cuerpo. Un joven me comentó que esto no sucede con las prostitutas profesionales, que van reloj en mano”, sentencia María. Por eso, muchos receptores optan por el acompañamiento “erótico” porque, a su juicio, valoran las relaciones pausadas.

Los expertos que trabajan en estos temas explican que "el altruismo y la sensibilidad son determinantes a la hora de entablar contacto con una persona con diversidad funcional porque abren los ojos y piensan que también les podía pasar a ellos o a alguien de su familia". La mayoría de las peticiones de auxilio íntimo las realizan los hombres porque, afirman los especialistas, "hay un factor social de liberación sexual".

María finaliza con un recuerdo sobre la brevedad de su última experiencia. "Quedamos para ir al cine, ni me acuerdo de qué película era. Cuando salimos me pidió si podíamos ir abrazados por la calle. Apenas fue un instante. En el fondo su petición únicamente estaba relacionada con los afectos, con el hecho de sentirse deseado y querido. En definitiva, lo que nos sucede a todos".