ACCIONES VIOLENTAS A LAS PUERTAS DEL PARLAMENTO CATALÁN

Indignación suicida

El hostigamiento a los parlamentarios dilapida la simpatía popular hacia el movimiento del 15-M

Indignación suicida_MEDIA_2

Indignación suicida_MEDIA_2

LUIS MAURI

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El 15 de junio de 1977 ardía el sol sobre Barcelona. Ayer, justo 34 años después, también. Pocas más semblanzas hay entre ambas fechas. El primer día, un pueblo esperanzado, inseguro y sediento de libertad elegía las primeras Cortes democráticas tras 40 años de tinieblas. El segundo, ese mismo pueblo, ahora desencantado, empobrecido y enojado por la condescendencia de los gobernantes con el entramado financiero causante y beneficiario de la ruina general; ese mismo pueblo presenciaba atónito cómo miles de manifestantes indignados hostigaban a los diputados en un intento fallido de bloquear el Parlament.

La estupefacción y el rechazo que esta acción ha causado en buena parte de la ciudadanía no responden al capricho: hasta la fecha, el acoso violento a los parlamentos democráticos solía llevar el sello del golpismo.

Así, en un suspiro (en un zarandeo a un diputado, en un empujón, en un chorreón de pintura, en el intento de boicotear el pleno de los presupuestos del tijeretazo), el movimiento de los indignados, presa de una suerte de pulsión suicida, dilapidó gran parte de la simpatía popular que había cosechado en sus cuatro semanas de vida.

IMÁGENES PARA LA HISTORIA / Las imágenes de los parlamentarios acosados a las puertas de la Ciutadella y delpresident,Artur Mas, y susconsellersllegando al Parlament en helicóptero quedarán para la historia. Los diputados, en una declaración unánime, abominaron de la coacción y la violencia: «La democracia garantiza que se puedan defender planteamientos ciudadanos de acuerdo y de discrepancia políticas dentro y fuera del Parlament, pero nunca mediante la coerción y la violencia».

Pero no se interrogaban -al menos ayer- sobre su papel en el proceso que ha convertido la esperanza ciudadana de aquel primer 15 de junio en una clamorosa desafección.

«Han traspasado las líneas rojas», manifestó elpresidenten un descanso de la sesión parlamentaria. Mas, que por la noche recibió una llamada solidaria del presidente José Luis Rodríguez Zapatero, dijo entender que haya ciudadanos indignados por la crisis que azota al país, pero rechazó que eso pueda justificar la actuación de quienes definió como «profesionales de la violencia y la coacción». Momento en que aprovechó para pedir a la ciudadanía comprensión hacia el «uso legítimo de la violencia [de las fuerzas policiales] para garantizar el funcionamiento de las instituciones democráticas».

DENTRO Y FUERA / Los sucesos de ayer en Barcelona corrieron como la pólvora dentro y fuera del país. En Atenas, miles de personas, algunas con banderas españolas y pancartas con el lemaNo pasarán, emularon a los indignados barceloneses e intentaron impedir la entrada de los diputados griegos en el Parlamento, donde se debatían los severos recortes económicos dictados por la UE.

En España, sin embargo, el hostigamiento a los diputados catalanes no generó tanta simpatía. Los indignados que habían acampado en la Puerta del Sol de Madrid rechazaron sin ambages la acción. «Condenamos de manera radical todo acto violento y en especial los que hayan tenido lugar hoy en las inmediaciones del Parlamento catalán», rezaba un comunicado emitido a mediodía por los indignados madrileños. «Nos desmarcamos de manera absoluta de todo acto violento y reiteramos que en nuestras convocatorias solo se promueven acciones pacíficas; esta es nuestra única manera de actuar», añadía.

Los indignados de Barcelona tardaron bastante más en pronunciarse. A las seis de la tarde, en una larga nota en la que deploraban la actuación de los Mossos, deslizaban una tímida autocrítica: «Lamentamos las minoritarias acciones que se han salido del guión de acción determinada y no violenta (...) La mayoría de intentos de utilizar medidas de acción ciudadana fuera de lo acordado se han intentado repeler con cierto éxito por la mayoría pacifica de concentrados».

Así como el día de la carga policial en la plaza de Catalunya los activistas con mayor sentido estratégico sabían que elconsellerde Interior, Felip Puig, le acababa de regalar la gloria al movimiento a fuerza de porrazos, ayer esos mismos indignados ya eran conscientes de que el empleo de la violencia ante el Parlament, por minoritario que se quisiera, había llevado al borde de la ruina el apoyo social cosechado.

Esa misma conciencia presidía ayer las reflexiones de numerosos intelectuales y entidades sociales afines al movimiento indignado. El temor a que los sucesos de ayer resten fuerza y simpatía a las protestas contra el sistema político y económico impregnaba sus palabras.

El temor no es baladí, coincidían. Un fiasco de tal magnitud podría ser aprovechado para intentar desacreditar las causas reales de la indignación ciudadana, que permanecen inalteradas: empobrecimiento general causado por la voracidad del capital financiero, impunidad de los autores y beneficiarios del desaguisado, sumisión de la política al dictado de los mercados, tijeretazos en los servicios públicos, pérdida de conquistas sociales...

Las imágenes de los diputados hostigados a las puertas del Parlament quedarán para la historia, sí. Pero antes de eso ya han acudido en auxilio delconsellerde Interior. Si Puig había sido incapaz de justificar la violencia de la carga contra los acampados en la plaza de Catalunya, ayer sus dificultades se volatilizaron. Esa convicción brillaba en la declaración que hizo nada más descender del helicóptero que le llevó al Parlament: «Debo de ser el único que entendió lo que pasó el 27 de mayo».