LA DICTADURA DE LA IMAGEN

Fábrica de sueños plásticos

La industria estadounidense del cine impone desde sus inicios códigos de belleza que casi obligan a los actores a pasar por el quirófano La rebelión contra esta cultura gana adeptos

IDOYA NOAIN / NUEVA YORK

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Mary Pickford, estrella del cine mudo, se le atribuye uno de los primeros liftings liftingsde Hollywood, una operación que algún comentarista de la época determinó un fracaso que la dejó «incapaz de sonreír». Por esos mismos años un artículo en Photoplay se refirió a las «orejas de soplillo» que llevaron a Rodolfo Valentino hasta un cirujano plástico. «Antes de la operación sobresalían como las de un elefante loco -se leía-. El médico las pegó y Rudy se convirtió en el gran jeque». Años después una actriz contó que Gloria Swanson había puesto «todo» bajo el bisturí para enfrentar su papel de Norma Desmond en El crepúsculo de los dioses. Sumen a la lista a Lana Turner y Gary Cooper, Marilyn Monroe y John Wayne, Joan Crawford y Burt Lancaster...

Desde el primer momento en que empezó a volver las cámaras hacia los rostros, a usar la pantalla grande para agigantar las proyecciones y a alentar el florecimiento de toda una industria mediática que llevaría a actores y actrices hasta el cielo y el infierno de la fama, Hollywood ha usado para fabricar sueños rostros y cuerpos, además de espíritu y talento -y dinero-. Ha impuesto o tratado de imponer códigos y cánones de belleza, un dictado que se ha podido ver y sentir en muchas ocasiones como una dictadura. Y hoy como ayer hay quien acata órdenes y hay quien se rebela.

El año pasado, tres oscarizadas (Emma Thompson, Kate Winslet y Rachel Weisz) crearon la Liga Británica contra la Cirugía Estética. «La cultura que hemos creado dice que es normal y no lo es», aseguró Thompson. Como ella piensan las actrices del bloque de fotos de la derecha.

No le falta razón en algo: el bisturí y tratamientos como el de botox son moneda de cambio común en Hollywood. Lo confirman las declaraciones que, siempre sin dar nombres, hacen los cirujanos plásticos, gente como el doctor Toby Mayer, un especialista de Beverly Hills que en su web ha escrito:  «Cada vez que veo a alguien en televisión jurando que no se ha operado recuerdo que la última vez que le había visto era en mi mesa de operaciones».

El año pasado, cuando actuaba como presentadora de los Oscar, Ellen DeGeneres hizo un chiste que ponía el dedo en la llaga. «No digo que las películas sean lo más importante del mundo, y no lo digo porque lo más importante es la juventud».

Fue la misma gala en que el fuego de las redes sociales ardió cuando Kim Novak apareció con evidentes signos de múltiples pasos por el quirófano. Fue denostada, pero pocos recordaron algo que sí hizo la revista Slate: cuando la protagonista de Vertigo entró en la industria en los 50 los directivos de estudio le hicieron «retocarse los dientes, teñirse el pelo, reducir su cuerpo con una estricta dieta y ejercicios y pintarse perpetuamente la cara con la ayuda de un maquillador personal». ¿Por qué entonces nadie dijo nada y ahora sí?

Una respuesta puede estar en el disparadero en que se han convertido las redes sociales y, a menudo intentando no caerse de las olas que provocan, los medios tradicionales. Una encuesta de la Academia Americana de Cirugía Facial Plástica y Reconstructiva entre 2.700 de sus miembros reveló el año pasado que uno de cada tres cirujanos ha visto subir la demanda de operaciones en nariz y párpados de pacientes que quieren mejorar su imagen en selfis y redes sociales. Si esa es la presión que siente gente con unos centenares o incluso miles de amigos o seguidores, ¿cuál debe ser la que siente una estrella de Hollywood?

Las hay que resisten, como en su día hizo Sofia Loren, a la que un director de fotografía calificó de «imposible de retratar» y a quien se sugirió una operación «para suavizar rasgos», incluyendo la nariz. No es solo cuestión de determinación o de estar conforme con el paso del tiempo, sino también de resultados. Eso es, por ejemplo, a lo que ha apuntado Julianne Moore. «Con pocas excepciones, a la gente se le nota que se ha sometido a cirugía. No parecen más jóvenes», ha dicho la actriz.

Es la misma idea a la que apuntó Salma Hayek en una entrevista con la revista Allure, donde aunque defendió que «todas las mujeres tienen derecho a luchar para preservar su juventud», también criticó que la cirugía plástica es «como el uniforme de una generación, y no es necesariamente bello. No tiene arrugas, pero no es bello».

Pero hay quien recuerda que, aunque se sea intérprete, se sigue siendo individuo. Entre ese grupo se cuenta Cher: «Si quiero ponerme las tetas en la espalda, no es asunto de nadie más que mío».