LA PROTECCIÓN DE LA INFANCIA

Las colonias que llegaron para quedarse

Un niño apura su plato de arroz con tomate en el 'casal', ayer.

Un niño apura su plato de arroz con tomate en el 'casal', ayer.

TONI SUST / L'HOSPITALET

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Carlos Lionel, de seis años, grita y protesta: "¡Ay! Josué me ha pellizcado". Josué estaba detrás de Carlos Lionel en la cola del comedor, y aunque las sospechas de que ha habido pellizco parecen fundadas, responde a la acusación con cara de asombro: lo niega todo. Al final la monitora los separa y les invita a pensar en lo que ha sucedido. Para ello hace que Carlos Lionel se siente un rato en un banco. Un buen momento para que responda a unas preguntas: ¿Qué es lo más le gusta del 'casal' de agosto de la Associació Educativa Ítaca?: "La piscina y la comida". El niño aprovecha para colar lo que más le gusta en general: "Ir en bici con mi madre, mi padre. Ir a la playa con mi madre, mi padre y toda la familia".

Carlos Lionel es uno de los 250 niños y adolescentes (de 3 a 16 años) que este verano participan en el 'casal' de agosto de Ítaca, en L'Hospitalet. Es la cuarta edición. Hasta el 2011 había actividad en julio y en agosto se bajaban las persianas. Empezaron en el 2012, un año antes que la mayoría. Ese agosto acudieron 150 menores, 100 menos que este verano. "Nos dimos cuenta de que había niños a los que sus padres no sabían con quien dejar, que no tenían familia extensa que pudiera acogerlos", explica la subdirectora de la asociación, Lídia Gonzalez, que aunque técnicamente está de vacaciones, todavía tutelaba ayer al grupo. González y el director, Felipe Campos, constituyen la cúpula de una entidad que a estas alturas solo está sin niños una semana al año, la segunda de septiembre, cuando paran para planificar lo que vendrá después. Durante el año tienen un 'casal' de día al que los niños van tras el colegio.

El padre o madre de que ahora en agosto haya 'casals' y colonias es la crisis. Pero fue en el 2013 cuando se disparó la alarma. Fue entonces cuando se temió por la alimentación que recibirían muchos niños en los meses en los que no hay escuela, y por lo tanto, no hay comedor escolar. Aquel viejo debate sobre si en Catalunya hay o no malnutrición (que no desnutrición, pero mejor no volver a empezar). Aquello se fue superando y los expertos advierten ahora de que el problema es más amplio, de que los comedores solo garantizan una comida, de que hay que ayudar a las familias porque no hay niños pobres sino familias pobres.

Trabajos precarios

El caso, dice González, es que ya no hay vuelta atrás. Los casals y colonias de agosto han venido para quedarse. Aunque las cosas mejoren, la oferta tiene sentido. Aunque no parece que las cosas hayan mejorado. La sensación que tiene la subdirectora es la de que muchos padres tienen trabajo, pero trabajos precarios, que apenas les dan margen para sobrevivir. "Tienen trabajo pero no pueden ir de vacaciones". En este 'casal' algunos pueden pagar el coste entero de una plaza (cinco semanas, 495 euros). Pocos. Otros pagan una parte. Otros vienen de familias que no pueden asumir ni un euro.

Los 250 participantes en el 'casal' de Ítaca se reparten entre cuatro jornadas distintas, todas de 9.00 a 16.30 horas, aunque de 8.00 a 9.00 horas hay servicio de acogida para los padres que lo requieran. Todos empiezan desayunando en la escuela Ramón y Cajal, que el Ayuntamiento de L'Hospitalet les cede. Los niños se traen el desayuno, aunque si no lo hacen se les da. Luego algunos se quedan allí y otros se van. Una opción es la piscina. Toca un día por semana y supone pasar el día entero. El almuerzo, un picnic que proporciona Ítaca.

Otros se van al espacio que ocupó el cine Romero, donde la asociación tiene ahora su sede. Allí, aire acondicionado mediante, hacen actividades varias, del taller de cocina a la informática. Un auditorio ha hecho posibles concursos que imitan a los de la tele. Un grupo come allí.

La tercera opción es la excursión. También toca una vez por semana. En agosto, con algunas posibilidades cerradas, hay que buscar alternativas: "Tiramos de los grandes parques". Ayer, los niños fueron al Laberint d'Horta. La cuarta opción es la de quedarse en el Ramón y Cajal. Juegos de agua, psicomotricidad, relajación. Un gimnasio a la disposición de los menores.

Actividades de tarde

En el Ramón y Cajal hay 100 plazas para comer. Lo hacen en dos turnos, de 13.00 a 14.00 y de 14.00 a 15.00 horas. A las 12.30 ponen la mesa. Aunque a las 16.30, después de actividades de tarde, acaba el casal, la vida de Ítaca sigue en las plazas. Educadores de calle ayudan a evitar conflictos y proponen actividades. Allí no solo van niños del casal. Participa gente de todo el barrio. También mayores.

La Associació Educativa Ítaca recibe apoyos varios para afrontar toda su actividad. Un 15% de su financiación es pública y el 75%, de origen privado. Un 10% lo aportan las familias. Entre sus donantes, Proinfància, de La Caixa, y la Fundació Pere Tarrés, de cuya red forma parte la asociación. El presente de Ítaca, donde calculan que todas sus actividades de verano benefician de algún modo a 1.000 personas, es brillante. El futuro es Ikely, de 13 años, el brazo derecho roto, enyesado: "Me caí del monopatín". El año pasado se rompió el izquierdo. Es serio, pero se le escapa la sonrisa. Ha recibido al fotógrafo sin arredrarse: "Eh, periodista, ¿me has hecho fotografías? Quiero que respetes mi intimidad".

Este catalán de L'Hospitalet, hijo de guineanos, lleva más tiempo en Ítaca que la propia González. Y tiene claro que seguirá en la asociación y que será monitor: "Lo seré. Seré voluntario". Este agosto hay 26 monitores, uno por cada 10 niños. Ayer comieron arroz con tomate y atún empanado. De merienda, fruta.

El último intento con Ikely resulta infructuoso. ¿Una fotografía para el periódico? Responde sin girarse, mientras se va: "Solamente de espaldas". Tiene pinta de convertirse en un monitor más que respetado.

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