Análisis

Las epidemias africanas

ANTONIO SITGES-SERRA

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El contagio de una auxiliar de enfermería por el virus del ébola en Madrid nos ha conmocionado por su cercanía, por su gravedad y por el respeto y la admiración que profesamos por los sanitarios que han estado cuidando a los dos misioneros en el Hospital Carlos III que finalmente fallecieron. Es el primer caso de contagio en Europa y potencial fuente de diseminación del virus en el continente. La alarma está justificada.

También fue diagnosticado hace una semana el primer caso norteamericano en un paciente que aterrizó en Dallas procedente de Liberia, el cual tuvo contacto con al menos 80 amigos y familiares antes de ser ingresado en el hospital. Allí también tienen un serio problema. Los dos países se enfrentan a un reto sanitario: vencer a la variante más agresiva del ébola.

Y es que no tenemos antecedentes históricos de virus africanos que no hayan traspasado las fronteras del continente. Lo descubrimos con el virus del sida y ya era muy tarde. Por tanto, este grave brote tendrá repercusiones en nuestro entorno y pondrá en estado de vigilancia extrema a nuestro sistema sanitario. Es cierto, como han defendido expertos occidentales, que en nuestras sociedades desarrolladas se dan menos condiciones objetivas para que el contagio sea incontrolable, pero… quién sabe. No creo que nadie quiera hoy poner la mano en el fuego por nuestra capacidad para contener el virus. Y para muestra, un botón.

Mientras la salud pública y la sanidad no se globalizan, lo que sí lo hace son las epidemias víricas. Claro que es preocupante que en nuestro país pueda medrar el ébola pero el problema viene de mucho más atrás. Viene de los 3.500 muertos que ya ha ocasionado la epidemia en África, entre ellos muchos médicos y enfermeras. Y aún de más atrás: de las pésimas condiciones de higiene, de la ausencia de infraestructuras sanitarias, de la falta de equipamientos médicos.

Hemos de hacer algo para que esas muertes, que acabarán salpicando nuestra salud y deberían salpicar nuestras conciencias, no hayan sido en vano. Y qué mejor que reflexionar sobre la circunstancia de que tres de los más temidos virus patógenos para el hombre -sida, la fiebre lassa y ébola- se hayan originado en África hace ahora medio siglo. ¿Qué tiene ese continente y, en especial su cinturón ecuatorial, para ser fuente de virus letales?

En el caso del sida es la promiscuidad sexual agravada por las barreras ideológicas y políticas que se han alzado frente a la adopción de medidas preventivas. El virus del lassa se trasmite a los humanos a través de los excrementos de roedores y objetos contaminados por los mismos. El virus del ébola se difunde en entornos donde animales y humanos conviven en demasiada cercanía: los primates y murciélagos son algunos de sus huéspedes naturales. En resumen: miseria.

África sigue siendo un continente a la deriva, destrozado por la codicia, la corrupción, los conflictos tribales y la pobreza. A su manera se venga generando enfermedades que amenazan no solo a su población autóctona sino a todas las naciones que están a un vuelo de distancia de la debacle. África es una vergüenza para todos nosotros.