Stefan Dissmer, informática con vistas

Mucha pasión por su trabajo y mucha fuerza de voluntad tiene Stefan Dissmer, informático alemán que vive y trabaja en la sierra del Montnegre. Hay que estar muy motivado para levantarse cada mañana en plena naturaleza y no quedarse embobado mirando el Montseny, o para no caer en la tentación de salir a pasear por el monte con sus dos perros, Jop y Poj.

«Sí, hay que tener disciplina. La naturaleza te puede distraer bastante. Necesitas organizar tus días para poder disfrutar de la parte buena de este lugar y también del trabajo», explica sentado en una hamaca, con el Montseny, impresionante, a sus espaldas. Uno de sus perros, mientras, corretea como un loco a su alrededor, reclamando atención, y se enzarza en una lucha frenética con una manguera del jardín. Stefan tiene 43 años y nació en Hannóver y se dedica a la gestión de proyectos informáticos en la empresa Q-Wert. «Llegué a Barcelona en el año 2000. Quería estar unos meses pero aquí me quedé». Todos estos años, hasta que en enero pasado se mudó aquí, Stefan ha tenido oficinas en el Raval y en el Gòtic. «He vivido bien en Barcelona. Es una ciudad que me gusta, pero ya hacía tres o cuatro años que me hacía ilusión levantarme por la mañana y tener vistas», cuenta. Ahora no se puede quejar. Las que tiene su casa (160 metros cuadrados y 2.500 de parcela) son inmejorables. «Además, trabajo para Inglaterra, Bélgica, Alemania, para todo el mundo, con lo que mi lugar de trabajo podría estar en cualquier parte. Por eso soy más libre para elegir».

Ese motivo y el convencimiento interior de que su vida no iba por el camino que él deseaba fueron lo que le animó a cambiar y a mudarse al Montnegre. «Empecé a buscar más la calidad de vida que el dinero. Estaba en plena expansión pero me di cuenta de que normalmente, cuando creces, te alejas de la tarea principal. Lo mío es la programación, pero si pasas a ser jefe te toca dedicarte al papeleo y a los números y, poco a poco, los motivos por los que decidiste dedicarte a esto desaparecen. Pierdes la base, la motivación principal. Y yo no era feliz», dice.

«Ahora vivo bien. He cambiado de dirección: de perseguir la expansión a optar por la calidad de vida. Pero en volumen de trabajo, trabajo igual y tengo proyectos hasta febrero o marzo», dice. «Lo mejor de estar aquí es que no tengo distracción, como pasa en las oficinas. Y lo peor, que se pierde la espontaneidad. Aquí seguro que no te llaman para decirte: 'Stefan, vamos a tomar un café o una cerveza'. Viviendo aquí tienes que planificar más y motivar a la gente para que venga».

TAREAS / Pero, ¿cómo es su vida trabajando solo en la montaña? «La hora a la que me levanto depende del trabajo. Hago algo en el terreno, voy a la piscina, doy algún paseo... Empiezo a trabajar sobre las diez. Me marco tareas, no horas de trabajo», explica. Y ¿no se siente solo? «Estoy bien aquí. No descarto que, pasado un tiempo, esta vida de ermitaño me aburra. Pero si eso ocurre y quiero ver más gente volveré a la ciudad. Estoy de alquiler. Siempre hago cambios, mejoras. Así que, si hace falta, puedo cambiar», cuenta.

Otra de las cosas que Stefan ha recuperado al trasladarse a vivir al Montnegre ha sido su pasión por la música. «Antes hacía trabajos de músico para la radio y algunos proyectos para televisión, pero no me daban para subsistir. Ahora estoy volviendo a recuperar esta faceta mía. Aquí, en la montaña, me va mejor, me inspiro más... y no tengo problemas con el volumen de la música», dice sonriendo. Una de sus últimas composiciones musicales, precisamente, se puede escuchar de fondo en el vídeo que acompaña a esta noticia.