Pablo Iglesias, tú me camelas

El líder de Podemos, Pablo Iglesias, este domingo en el mitin que ha dado en Blanes.

El líder de Podemos, Pablo Iglesias, este domingo en el mitin que ha dado en Blanes.

IOLANDA MÁRMOL / MATARÓ / SABADELL

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"Es muy tímido. Pero en el escenario se transforma, te camela". Lo explica alguien cercano a Pablo Iglesias, que ha observado cada uno de sus gestos y le ha acompañado largas horas este último año. Verán. En realidad, este reportaje iba titularse 'Understanding Pablo' (Comprendiendo a Pablo), porque trata de descifrar el lado humano del "coletas" y también por hacer un guiño al pequeño ensayo que él escribió, 'Understanding Podemos', un referente imprescindible para cualquier 'podemólogo' que se precie. ¿Pero quién lo leería? Según Iglesias, pocos. "El titular tiene que llamar la atención, si no nadie te lee, no importa lo bien que hayas escrito", defiende, mientras viajamos en el microbús con el que se desplaza su equipo de campaña en Catalunya. Qué presión.

No es baladí el tema. La comunicación le fascina y aplica las tesis de politólogo a su liderazgo personal en Podemos. Tiene una inmensa capacidad de adaptación al formato. Su análisis intelectual puede rayar la pedantería en la presentación de un libro, y luego usar un lenguaje navajero mitineando. En breve: que lo sesudo se queda en el despacho y el "tú me camelas" se lo lleva al extrarradio. Que lo del café con Ana Rosa en la cocina de su piso en Vallecas funciona. Pero, ¿no sería más interesante un Iglesias que apele a las aspiraciones de los votantes en lugar de recordarle a uno su miseria diaria y constatar que su cocina es peor que la nuestra? "¡No!. Eso ya lo hizo el márketing poniendo a tíos buenos para que te compraras el coche", descarta, e insiste en la necesidad llevar una vida lo más parecida a la de las clases populares. En Barcelona, el equipo de Podemos no está en un hotel. Han alquilado varios pisos. Pablo vive con otras 11 personas, en lo que el define como "piso Erasmus", en el que uno entra y no sabe si está en un cuartel de campaña o en el salón de la serie 'Friends'. Alguien ha preparado pasta fresca para comer a la vuelta del mitin, Iglesias explica que le encantan los 'calçots', y propone una porra para apostar por el resultado electoral en Grecia. Apunten: Tsipras 32%.

Es un fin de semana de cierto bajón. "¿Cómo nos ves?", preguntan. Partían con la posibilidad de disputar el segundo puesto. Pero esa posibilidad parece evaporada. "En esta campaña no me siento cómodo, por la sofisticación del discurso, es como hacer campaña en otro país", admite Pablo con una sinceridad que sobrecoge. Y se explica: en Catalunya, el PP no juega el papel de gobierno, sino el de oposición. En España, Ciudadanos es un partido nuevo, pero lleva años en el Parlament. El PSC también juega distinto. Y Podemos acaba de llegar, no tiene raíces aquí.

Catalunya es la plaza más complicada y, a la vez, es fundamental para ganar las elecciones legislativas en diciembre, que llegan por fin para un partido que se creó para competir en esos comicios. ¿Qué ha sido más erosionante en el último año? ¿Formar el partido, el escándalo de Juan Carlos Monedero, los críticos, Venezuela, Grecia...? Se queda pensativo. "Grecia. Porque no puedo hacer nada. Puedo ir a un mitin a apoyar. Pero se siente una gran impotencia", admite.

PENSANDO EN DICIEMBRE

Está deseando que llegue diciembre. Lleva un año preparándose. "Va a ser una campaña de candidatos", pronostica, porque PSOE y PP van a alejarse de sus marcas como de la peste para esquivar la corrupción y el desgaste de los partidos. Le encantaría un debate, y espera que las televisiones privadas "se atrevan a hacerlo a cuatro", con Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Albert Rivera y él. "Rivera es muy inteligente", concede, pero en esa campaña personalista Iglesias se ve con garra: "Nos hemos quitado la presión del primero de encima. Hay partido. Podemos ganar".

Hombre, ganar, ganar… "Lo dices porque los periodistas pensáis solo en la inmediatez. Además, tenemos dos o tres balas de oro". Ah, ¿sí? ¿Cuáles? "Me vas a permitir que no te las desvele". Y sonríe, con ese gesto suyo de 'enfant terrible', entre educado y provocador, que no consigue borrar, ni falta que le hace, porque es lo que despierta ese magnetismo del "tú me camelas".