ANÁLISIS
Y todos ganaron con Iceta
Si el PSC no modifica su raquítica oferta federal nacida en Granada ¿en qué se diferenciaría de la Federación Catalana del PSOE?
Jordi Mercader
Periodista.
JORDI MERCADER
La victoria de Miquel Iceta es la garantía de que un día Nuria Parlon tendrá un partido para liderar; aventurar ahora la fuerza del PSC para cuando llegue la sucesión es cosa de adivinos. La única seguridad de los socialistas es conocer sus problemas: envejecimiento de las bases, dificultades para la renovación de sus cuadros, pérdida de electorado, escasa influencia en el Parlament y tensión con el PSOE a cuenta de Mariano Rajoy. La precisión demostrada en los pronósticos de las primarias habrá sido un alivio pasajero para todos: un triunfo suficiente de la experiencia para no desanimar a la aspirante a seguir esperando. Una invitación al pacto imposible antes de la maniobra.
Tras la celebración, sus urgencias. La más apremiante, el conflicto con la gestora del PSOE por el voto en la investidura de Mariano Rajoy. Difícilmente el PSC puede variar su “no” al PP del que han hecho bandera los dos aspirantes a la Primera Secretaria. Pero pueden negociar el impacto de la desobediencia, sugiriendo mano izquierda a la dirección provisional para con todos los diputados díscolos, una vez identificada y comprometida la docena de diputados dispuestos a la patriótica abstención.
El PSC ha soportado muchas imposiciones del PSOE estoicamente, sin romper la disciplina de voto ni poner en duda el protocolo de unidad. La pérdida de su grupo parlamentario, la votación de la LOAPA y la desnaturalización del Estatut no fueron razones suficientes para el ejercicio de su soberanía como partido, a pesar de las contradicciones internas que implicaron. Sus dos únicos actos de indisciplina en el Congreso lo fueron para apoyar el derecho a decidir. Pagaron la multa y se arrepintieron de su osadía. A la luz de esta tradición, la ruptura familiar por la diferencia de criterio en una abstención técnica en la investidura de Rajoy se presenta como un sinsentido. Una votación concreta de carácter táctico, forzada por la desesperación ganada a pulso, no puede tener una repercusión estratégica tan relevante, a menos que el socialismo catalán vaya a protagonizar un cambio programático radical.
La ruptura del PSC-PSOE ha sido largamente defendida por muchos socialistas, siempre con la cuestión nacional catalana como argumento de fondo. Si el PSC no modifica su raquítica oferta federal nacida en Granada, escasamente competitiva con el soberanismo galopante, introduciendo como mínimo una ruta alternativa al estilo québécois para permitir el ejercicio democrático de los catalanes ¿en qué se diferenciaría de la Federación Catalana del PSOE? Este cambio les emparejaría con el futuro partido de Ada Colau del que deberían distanciarse por la moderación socialdemócrata. Pero, la presencia de una oferta estrictamente PSOE en las elecciones al Parlament ¿perjudicaría la posibilidad de un gobierno de izquierdas en la Generalitat? Porque en este hipotético tripartito con sus viejos aliados de ERC están depositadas las esperanzas a corto plazo del PSC. Pensar a largo plazo no es ahora una prioridad.
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