EL DÍA DESPUÉS DEL CISMA EN EL CONGRESO

En direcciones opuestas

Alfredo Pérez Rubalcaba y, detrás, José Zaragoza, ayer en el Congreso de los Diputados.

Alfredo Pérez Rubalcaba y, detrás, José Zaragoza, ayer en el Congreso de los Diputados.

JUAN RUIZ SIERRA / MADRID
JOSE RICO / BARCELONA

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Durante su campaña para alcanzar el liderazgo del PSOE frente a Carme Chacón, una de las ideas fuerza de Alfredo Pérez Rubalcaba era que los socialistas tenían que recuperar una «voz única en toda España». Un año después de su ascenso a la secretaría general, las voces son más dispares que nunca. El punto álgido de esta «cacofonía», según la expresión de un dirigente, tuvo lugar el martes en el Congreso de los Diputados, donde el PSC se desligó por vez primera del PSOE para votar a favor de la consulta en Catalunya, y ahora todos, en un lado y en otro, dicen que cualquier cosa es posible: la ruptura del acuerdo, la creación de un grupo propio por parte del PSC, un nuevo protocolo de relaciones parlamentarias, la salida de los socialistas catalanes de la ejecutiva del PSOE, la desaparición de su voz y su voto en los congresos del partido y, por supuesto, el entendimiento para seguir con una fórmula que ha funcionado sin excesivos sobresaltos durante 35 años.

Esta última es la posibilidad por la que trabajan las dos direcciones, pero sus hojas de ruta ante la divergencia es muy distinta. El PSC propuso hace tiempo al PSOE una nueva fórmula de entendimiento en el Congreso, que permitiría a los catalanes votar diferente cuando se tratasen temas específicos de su autonomía. Rubalcaba no se negó en un principio, y hubo varias conversaciones sobre la iniciativa, pero la apuesta por el referendo de Pere Navarro paralizó la negociación. El PSC cree que el cisma ha evidenciado la necesidad de firmar el protocolo, e insistirá aún más en este asunto.

NO ABRIR EL MELÓN / El PSOE se niega. Reabrir ese melón abundaría en la idea, ya asentada en algunos sectores, de que Rubalcaba está siendo «débil» con los catalanes, y la dirección del partido señala que algo así equivaldría a premiar la desobediencia y quizá provocase una revuelta. «No vamos a permitirlo», señalan en el entorno del secretario general.

Molesto con Navarro y presionado por varios barones a los que la apuesta del socialismo catalán por el derecho a decidir les causa importantes daños electorales, Rubalcaba movió ayer ficha. Multó a los 14 diputados del PSC (incluida Carme Chacón, que no votó el martes) con 600 euros, la sanción más alta posible, y presionó a José Zaragoza, secretario general adjunto del grupo parlamentario, para que dejase este cargo. Lo consiguió. «No puedes estar en la dirección del grupo cuando has roto la disciplina de voto», explicaron en la cúpula del PSOE. Pero en el otro lado no se entendió. «La comunicación es en estos momentos más necesaria que nunca. Si no hay nadie del PSC en la dirección del grupo porque no confían en nosotros, ¿cómo nos vamos a comunicar», se preguntó un diputado catalán.

Zaragoza, exsecretario de organización del PSC y el principal asesor de la campaña de Chacón frente a Rubalcaba, se encontraba en una situación incómoda desde hacía semanas. Su presunta vinculación con el escándalo del espionaje en Catalunya, que él niega tajantemente, había provocado malestar en las filas del PSOE. El catalán también es miembro de la ejecutiva, pero su presencia allí no se discute (lo es por designación del PSC).

CONGRESO Y EJECUTIVA / Por el momento. Porque todo está sujeto a la evolución de la escalada. Todo depende, señalan en el PSOE, de lo que haga el PSC. Si sus diputados acentúan su perfil díscolo, si insisten en la emancipación y reclaman un grupo parlamentario al no lograr que el voto distinto en asuntos catalanes sea aprobado por el PSOE, puede ocurrir cualquier cosa. Los de Rubalcaba ya manejan, como mera posibilidad, la idea de expulsar de la Ejecutiva al PSC, así como impedir que los socialistas catalanes tengan voz y voto en los congresos del PSOE. «Si nosotros no tenemos nada que decir en sus congresos, ¿por qué ellos sí en los nuestros?», se preguntaba ayer un dirigente cercano a Rubalcaba.

Los dirigentes del PSC, mientras tanto, caminaban ayer por el Parlament con sensación de liberación. Por un día, Navarro recabó los elogios de incluso los sectores más críticos. En su entorno subrayaron que han logrado dar carta de naturaleza a la ansiada voz propia por la vía de los hechos consumados, sin esperar al nuevo protocolo, algo sobre lo que aseguran que ya advirtieron a Rubalcaba que podía pasar si el nuevo marco de relaciones continuaba dilatándose. «No se trata de indisciplina, sino de discrepancia política», recalcó Navarro, quien también pidió, en vano, que no se tomaran represalias contra Zaragoza.

En el Congreso, la tensión socialista fue aprovechada por el Gobierno. Ante las críticas del PSOE, sus miembros se detenían en la división con los socialistas catalanes. Un ejemplo. La portavoz socialista, Soraya Rodríguez, sacó el 'caso Bárcenas' ante la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría. «¿Cómo van a controlar al Gobierno si no controlan su bancada?», le contestó esta.