Valle de los Caídos: El fin de la Transmisión

Los símbolos del franquismo han presidido de manera consentida la evolución democrática, y eso es tan antinatural como bucear en las arenas del desierto

Una imagen del Valle de los Caídos.

Una imagen del Valle de los Caídos. / JOSÉ LUIS ROCA

Javier Aroca

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El Gobierno democrático de España ha dado un paso que ninguno otro había dado: iniciar el camino para la exhumación del dictador Francisco Franco del  Valle de los CaídosFrancisco Franco. Es un mérito de este Gobierno y un demérito inexplicable de los gobiernos anteriores, de derechas y de izquierdas. No es el único, hay otros valles, como el de la Macarena, alojamiento injusto de uno de los mayores asesinos de la historia de la Andalucía reciente, el general Queipo de  Llano. Tienen en común que en ellos reposan sus titulares, sin ser caídos, según su ideología y narrativa; murieron en la cama y, además, comparten el haber utilizado  la violencia simbólica, incluso después de muertos, para seguir humillando a sus víctimas , tras haber utilizado criminalmente la violencia física, moral y económica contra sus enemigos y sus rivales de oportunidad, pero sobre todo contra el orden constitucional, la ley y la democracia.

El Gobierno se está enfrentando a todo. Nunca ocurriría en Europa algo semejante. Un Gobierno democrático a merced de los herederos políticos del franquismo, neofranquistas travestidos de regeneracionistas, la familia del dictador, la grandeza de España, una fundación apologética del fascismo con un Borbón al frente, posos de franquismo en instituciones que deberían ser democráticas como las Fuerzas Armadas, una ciudadanía pazguata, sumisa en el conformismo inconfesado de su propia comodidad y, para colmo, la Iglesia católica, encarnada en la orden benedictina, que aparte de seguir el dictado del otro nostálgico mundo, en este, solo dice obedecer a un abad en Francia. La cruz y la espada ,la eterna alianza de la peor de las ideas posibles para una España siempre pendiente.

Violencia simbólica

Un portavoz del PP, fundado por franquistas, Guillermo Mariscal, ha dicho que el Gobierno pone en peligro la Transición. Creo que quiere decir, quizá sin saberlo pero con razón, la Transmisión. Visto lo visto, no ha habido en España transición, sino transmisión, es decir, sumisión. Decía Pierre Bourdieu que el poder tiene a su disposición formas de dominación suave. Las llama violencia simbólica; la física ya la hubo, es fundacional. Basta con la simbólica como forma de coerción. El franquismo lo entendió inmediatamente, pero los demócratas o no lo entendieron o no lo quisieron entender. La violencia simbólica consigue una sumisión sin coacción, por consentimiento. El objetivo sigue siendo domesticar a los dominados. Ideología suave. En esto me temo que consistió la Transición, en el consentimiento. Empezando por la Monarquía, heredera por juramento, aceptada por la ciudadanía, en un acto supremo de responsabilidad, enjaretada por los nuevos políticos, que, sin embargo, incomprensiblemente, no ha conseguido legitimarse de ejercicio, poniéndose frontalmente en contra del franquismo y de todo asomo , simbólico o no, que justifique un golpe violento contra el orden constitucional.

Los símbolos del franquismo han presidido de manera consentida la evolución democrática, y eso es tan antinatural como bucear en las arenas del desierto. El franquismo desapareció nominalmente, pero hay quien insiste en que sigan sus símbolos como testigos imperturbables de que todo está atado y bien atado.