El epílogo

Taparnos la boca

ENRIC Hernàndez

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En el futuro, algún experto --absténganse hagiógrafos-- tendrá que analizar en profundidad el pensamiento político de alguien llamadoJosé Luis Rodríguez Zapatero, que presidió España entre el 2004 y ... a saber cuándo. Más diestro como parlamentario que brillante como orador, en ocasiones el líder socialista suelta algunas perlas que ameritarían, siempre que no fueran deslices, un tratado político tituladoZapatero o la España imposible.

A riesgo de acabar inmolado en el cadalso de algún tribunal soberanista, dejo aquí escrito queZapatero es el presidente español que mejor parece haber entendido el concepto de España plural que (todavía) anhela gran parte de Catalunya. Otra cosa es que con su gestión del Estatut haya ayudado a construir esa acogedora Arcadia plurinacional o que –incluso con la mejor de las intenciones– haya regalado sobrante material de obra a quienes pretenden convertir España en una inexpugnable (y unitaria) fortaleza castellana.

En el debate del Congreso ayer concluido, el jefe del Gobierno se fajó con soltura en el siempre resbaladizo albero territorial. Sabedor de que el miuradel Constitucional lo iba a embestir tarde o temprano, de buenas a primeras se plantó ante el astado para trazar muy aparentes capotazos: se presentó como valedor del autogobierno catalán frente al rancio unitarismo deMariano Rajoy; y, aun acatando la sentencia, se ofreció a «evaluar» el rescate legislativo de algunos atributos del Estatut cercenados por el alto tribunal.

Tras el primer rejonazo al PP, obsequió con otro aArtur Masal recordarle que fue él mismo quien aceptó llevar el términonaciónal preámbulo para privarlo de toda carga jurídica. Y ayer remató la faena: «En democracia no se puede tapar la boca a quienes se sienten nación».

Mejor la prevención

Pendiente de las elecciones catalanas –en las que se juega el crédito electoral y la estabilidad en Madrid–,Zapateroparece haber captado el mensaje del 10-J y ahora busca reconciliarse (por enésima vez) con Catalunya. Mejor haber prevenido la hemorragia constitucional antes de que se desangrara el enfermo.