OPINIÓN

La subasta ciega del Banco Popular

Jesús Rivasés

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Eugeni D'Ors i Rovira (Barcelona, 1881-Vilanova i la Geltrú, 1954) decía, con cierta retranca, que "a las siete de la tarde, en Madrid, o dan una conferencia o te la dan". Tiempos nuevos. Ahora, en la capital de España o te invitan a almorzar o invitas a alguien, aunque ahora la moda del desayuno avanza pujante. En el foro madrileño, en una sobremesa en plena resaca de la "duodécima" del Real Madrid, el/la banquero/a intenta eludir la conversación sobre el Banco Popular. Ni debe ni puede, entre otros motivos por las normas de confidencialidad y de funcionamiento de los mercados, pero quienes le acompañan a la mesa en el comedor de una institución, insisten.

El/la banquero/a se resiste todo lo que puede, pero sabe que, aunque solo sea por educación, algo tendrá que decir, por obvio que sea. Desde que Ana Botín preside el Santander y desde que Dolores Dancausa es la primera ejecutiva de Bankínter hay que hablar de banquero/a. También desde hace tiempo, los banqueros/as y también los/as muy importantes de los negocios huyen de los restaurantes y utilizan los comedores privados de su empresas o de sus anfitriones. Luis Valls Taberner, el hombre que hizo del Popular el banco más rentable del mundo, y Emilio Botín, fueron los primeros en descubrir las ventajas aparentes de celebrar almuerzos de trabajo alejados de la vista de curiosos, por elegante que fuera el restaurante. Ahora, es práctica habitual.

En el 2007, justo antes de empezar la Gran Recesión, el Banco Popular valía 18.170 millones de euros. Muy lejos de los 90.600 del Santander, los 67.000 del BBVA y por encima de los 10.500 del Sabadell y de los 5.500 de Bankínter. CaixaBank y Bankia no cotizaban y, por eso, no había valor de mercado. Más de 10 años después, el Popular ha perdido -si se incluyen ampliaciones- casi el 99% de su valor, mientras que el Santander vale 85.000 millones; el BBVA, 48.300; Caixabank, 24.600; Bankia, 11.800; Sabadell, 10.200 y Bankínter, 7.300. Todos han sufrido la crisis y todos la han capeado, menos el Popular que, sin que el nuevo equipo gestor encabezado por Emilio Saracho, errores al margen y pendiente de negociar con el BCE, pueda hacer mucho, más camina hacia la venta o la resolución, término con el que se enmascara una liquidación, que siempre genera daños colaterales.

El Popular perdió la semana pasada el 38% de su valor y este lunes empezó con otra caída del 13%, lo que apunta hacia una subasta ciega, una manera de bajar el precio hasta que le satisfaga a un comprador que solo puede ser otra entidad financiera, preferentemente alguna de las mayores, con el Santander a la cabeza. El/la banquero/a, en la sobremesa, ni puede ni debe hablar del Popular. Y sin salirse del guión, porque se juega demasiado para hacerlo, ya en los postres, admite que, al final "todo es cuestión de precio". También en el caso del Popular y, por eso, todos esconden sus cartas y se prevén sorpresas. En Madrid, o te invitan o invitas a almorzar y Cardiff, es inevitable, también surge en las conversaciones.