En sede vacante

Somos los lugares donde hemos comido

josep Maria Fonalleras

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Un día de estos va a cerrar El Bulli, que es más que un restaurante. De aquí a una semana cerrará Can Xapes, que es solo un restaurante. Rectifico: es una institución. Hace 25 años que cocina el mejor pescado de Girona, en una colosal olla o bien al horno, con el secreto profundo del tiempo de cocción ajustado. La historia del local tiene un certificado de nacimiento curioso. El abuelo Xapes quiso montar un matadero, pero no recibió la oportuna autorización para abrir. Decidido a tirar adelante como fuera, rectificó de forma radical y cambió los ganchos de colgar reses por una máquina de proyectar películas y una cafetera. El local se llamó Cine Rosa, que es un nombre muy apropiado para un cine revestido de café. Como la mayoría de salas de pueblos pequeño (y Cornellà de Terri, en el Pla de l'Estany, lo es), tuvo que cerrar. Después de cantos de sirena en forma de discoteca, su hijo Quim Vicens abrió un restaurante que bautizó con el nombre con que era conocido el abuelo. Desde entonces y hasta el próximo 30 de junio, Can Xapes ha sido una delicada y dignísima referencia de la cocina casera de calidad, de la mano de la abuela Fina y de Carme Coll, a los fogones.

Y hablo con esta efervescencia por dos razones. Primera, porque es de justicia. Segunda, porque no puedo hacerles publicidad. Escribo una elegía, que es un canto nostálgico. Somos lo que hemos comido, pero también somos un poco los lugares donde hemos comido. Donde hemos hecho sobremesas con amigos, amantes y otros extraños; donde nos hemos acercado a la felicidad; donde hemos descubierto que un menjar blanc (una de las especialidades de Can Xapes) no es solo un postre, sino una receta de compromiso con la pureza de lo bien hecho. Cierran. Fundan de nuevo la patria eterna de los sobrinos de Rabelais.