El epílogo

Riesgos del aspirante

ENRIC HERNÀNDEZ

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Si hiciéramos mucho caso a los sondeos, hoyTrinidad Jiménezsería la candidata del PSOE en Madrid yArtur Maspresidiría ya la Generalitat, sin el engorro de tener que ganar unas elecciones. Pero, por fortuna, la democracia tiene sus reglas: en Madrid, los socialistas han ajustado cuentas con Zapateroapostando por el díscoloTomás Gómezcomo aspirante a la comunidad, y en Catalu-nya, el líder de CiU deberá refrendar en las urnas su capacidad para capitalizar la sensación de hartazgo que el tripartito ha dejado tras de sí.

El lunes,Masllenó hasta la bandera el auditorio del Cercle Financer de La Caixa, donde el empresariado catalán se dio cita para rendir pleitesía al idolatrado candidato. La única intervención que lo incomodó fue la deLuis del Olmo, quien le dispensó por adelantado el trato de «president de la Generalitat». El líder nacionalista, sin esbozar siquiera una sonrisa, saltó como un resorte: «Por ahora soy solo un aspirante».

Bien sabeMasque, llegados a este punto, su principal adversario es él mismo. Su sólida ventaja en los sondeos, que lo lleva en volandas a la plaza de Sant Jaume, puede girarse en su contra si no la administra con mesura. Primero, porque parte de su electorado prestado --desencantado con el tripartito o voto útil procedente del PP-- puede quedarse en casa si se extiende la convicción de que el nacionalismo puede alcanzar la mayoría absoluta. Y, segundo, porque solo el temor a que CiU arrase, como en los mejores tiempos deJordi Pujol, puede servir de (triste) revulsivo al PSC para movilizar a miles de exvotantes de izquierdas que hoy se inclinan por la abstención porque, tras unos años aciagos, ya no tienen claro quiénes son los suyos, ni si siguen siéndolo.

Pedagogía, no demagogia

Otro peligro que acecha aMas es que la concreción de su programa económico espante a la clase baja y media-baja. Porque, más allá del concierto económico, deberá explicar qué gastos sociales de la Generalitat recortaría y qué papel otorgaría al sector privado en la prestación de servicios públicos. Para combatir la demagogia, lo mejor es la pedagogía.