El epílogo

Pujol cumple dos sueños

ENRIC HERNÀNDEZ

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Jordi Pujol tiene en estos días razones sobradas para sentirse satisfecho: el rumbo que emprende Catalunya empieza a amoldarse al esbozo que el expresident trazó mentalmente antes, durante y al finalizar su dilatado mandato. El país o, para ser más exactos, sus instituciones responde por fin a sus sueños.

Soñó Pujol hace casi una década que, tenazmente postergados Miquel Roca y Josep Antoni Duran Lleida en la carrera de la sucesión en CiU, bastaba con ungir a Artur Mas con el óleo de su incuestionable autoridad moral para que de inmediato Catalunya lo aceptase como su legítimo heredero. Pero tal sacramento no fue suficiente para consagrar a Mas en el altar de la Generalitat. Siete años más tarde, la ceremonia de investidura se inició ayer en el Parlament y concluirá este jueves merced a la aquiescencia -abstención, en jerga democrática- de uno o varios grupos políticos.

Sabedor de que en su fuerza (electoral) está su debilidad (parlamentaria), el candidato de CiU midió su discurso para conquistar a cuantos grupos se dejen seducir sin adquirir compromisos que luego deba romper. Arduo juego de equilibrios que, en tiempos de Pujol, no pocos afeaban con un reproche ahora caído en desuso: ambigüedad calculada.

El gran banco catalán

Soñó Pujol hace medio siglo --lo dejó escrito-- en un gran banco catalán que ayudase a conducir al país a la Tierra Prometida, horizonte de perfiles siempre difusos. Aunque él fracasó en el intento, La Caixa puede convertirse en el mayor banco que jamás el expresident hubiera soñado. La ambición nacional, con todo, no computa en la cuenta de resultados.