La policía que quiere Trump

Un manifestante se encara con la policía, este viernes, tras decretarse el toque de queda en Charlotte.

Un manifestante se encara con la policía, este viernes, tras decretarse el toque de queda en Charlotte. / nk

RAMÓN LOBO

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Ser negro en EEUU empieza a ser peligroso, si es que alguna vez no lo fue. Tienen tres veces más posibilidades de morir tiroteados por un policía que un blanco, y cinco veces más en el caso de los tiroteados desarmados. La policía estadounidense mató en 2015 a 346 ciudadanos negros. Este año han muerto 214. La población afroamericana representa el 13% frente al 80% blanco. Detrás de las estadísticas se mueven dos realidades: pobreza y racismo.  

La Ley de Derechos Civiles de 1964 prohibió la segregación racial en escuelas, centros de trabajo y lugares públicos. Fue un avance histórico pasar de un sistema de 'apartheid' al derecho garantizado al voto, pero se mantiene una segregación de hecho que arranca en el barrio y en el colegio. EEUU sigue siendo un país dividido en dos sociedades separadas y desiguales. La política urbanística de muchas ciudades estadounidenses de los años sesenta y setenta consintió en concentrar la pobreza en guetos negros, de los que es muy difícil salir, mientras se impulsaba el desarrollo de los barrios blancos. La crisis económica ha empeorado la situación.

El racismo se mueve amparado por la desinformación, el miedo y la estupidez. Así se explica que la jefa de campaña de Donald Trump en Ohio, Kathy Miller, culpara a Barack Obama de la ola de racismo en el país que, según ella, no existía antes de que llegara a la Casa Blanca. Ha dimitido, claro, pero solo porque mañana se celebrará el primer debate televisivo entre Trump Hillary Clinton y no quieren regalar más bazas.

RACISMO RAMPANTE

Hay un racismo en vena en una parte importante del país; es el que agitan un sector del Partido Republicano y algunos medios (como Fox News), más próximos a la xenofobia fascistoide de Marine Le Pen que a los ideales de Ronald Reagan.

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 Trump es un producto de ese ambiente político-cultural tóxico. Defiende que la policía debe ser más contundente.

Este clima explica los ocho años de campaña constante contra Obama. Personajes como Trump (ahora ha rectificado por exigencia táctica) defendieron que no había nacido en EEUU, es decir, que se trataba de un presidente ilegítimo. Este racismo rampante se traslada a Hillary Clinton reconvertido en machismo y misoginia. Es verdad que se trata de un personaje poco ejemplar, un producto de un sistema corrupto, pero lo que menos soportan los que son tan o más corruptos es que sea mujer e inteligente.

Además de la pobreza y del racismo, que afecta a una policía educada en una cultura de violencia, más propia de invasores (en Irak) que protectores de la ley, está el tabú de las armas de fuego. En EEUU hay más armas en circulación que ciudadanos. El acceso fácil es un factor esencial en las matanzas indiscriminadas. Las encuestas recogen una mudanza en la opinión: el 62% de los encuestados por Gallup quiere un cambio en las leyes que (no) regulan la compra y posesión de determinadas armas. Es imposible plantear una reforma porque el lobi de las armas, como el de los seguros médicos con el 'Obamacare', tiene controlado gran parte del Congreso.

La libertad de poseer todo tipo de armas para defenderse, el motor de la Segunda Enmienda, no consigue más seguridad ni reducir el número de crímenes. Según los datos del FBI, en 2014 hubo 11.961 homicidios causados por armas de fuego. 'The New York Times' decía que en Alemania era tan poco probable morir de un golpe producido por un objeto caído de un edificio como perder la vida de un disparo.

ABUSOS SIN CASTIGO

La policía de EEUU esgrime esta situación de inseguridad para justificar el temor de sus agentes, que prefieren disparar primero y preguntar después. No solo enfada a la población negra la desproporción en el uso de una fuerza contra ella, también la nula disposición del sistema a perseguir a los agentes infractores. No se trata solo del disparo fácil, es el abuso sistemático de poder que les otorga la ley, como pasó en Nueva York con Eric Garner, que murió asfixiado por la llave de un agente.

Pese a que el fiscal de distrito de Tulsa, en Oklahoma, ha imputado a una oficial de policía (mujer y blanca) por la muerte de Terence Crutcher, lo habitual es que no pase nada. En el 97% de los casos de 2015 ningún policía fue procesado. De los 346 que analiza la organización mappingpoliceviolence.org, solo en ocho hubo cargos y en dos, condena. En uno de ellos, el policía que mató a golpes en una comisaría de Georgia al joven Matthew fue condenado a un año de cárcel con la posibilidad de cumplirlo durante los fines de semana.