La rueda

El poder seductor de las palabras

JOAQUIM Coll

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¿Así pues, qué ha fallado? Esta es la pregunta que la izquierda, sobre todo el PSC, deberá responder ante un veredicto electoral tan rotundo. Y no habrá una sola respuesta, sino muchas, y a menudo contradictorias. Habrá quien rápidamente apuntará hacia causas estructurales e insalvables, como la grave crisis económica, mientras otros pondrán el acento en ciertas circunstancias atenuantes, como la sentencia del Constitucional sobre el Estatut. Ante tamaño varapalo, la izquierda haría bien en releer al gran medievalista Ramon d'Abadal, para quien las nociones de causa y efecto son muy flotantes y, por tanto, a menudo intercambiables. Por eso él estaba convencido de que los actores, individual o colectivamente, tienen un papel tanto o más decisivo en la historia que las causas generales u otros efectos sobrevenidos. Porque en política, que es la historia del presente, los liderazgos, la astucia o la inteligencia de los protagonistas son determinantes. Y lo sucedido estos años no deja lugar a dudas: la izquierda catalana a duras penas ha ofrecido algo de todo eso.

En cambio, la victoria de CiU es el resultado de la habilidad de su núcleo dirigente en unas circunstancias muy complicadas para los nacionalistas. Durante siete años, han logrado desprestigiar la labor del tripartito y alterar la centralidad del catalanismo, del autonomismo, hacia posiciones soberanistas. Con ello han forzado al PSC a desplazarse hacia actitudes contradictorias con una parte sustancial de su electorado, al tiempo que los convergentes han robado a ERC el monopolio de la pulsión secesionista, pero sin comprometerse con nada. Recuperado el poder, que siempre creyeron suyo, los dirigentes de CiU van a desinflar el soufflé independentista y a poner en sordina la reclamación del concierto, para no hablar de otra cosa durante largo tiempo que de la lucha contra la crisis, apelando a la seriedad y la confianza. Ante la falta de relato del Gobierno de Montilla, pese a poder esgrimir una abultada lista de cosas hechas, ha ganado lo único que da aliento a la política: el poder seductor de las palabras.