El epílogo
¿La paz a plazos?
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC Hernàndez
ETA se repite, sentenciábamos ayer en la portada, evocando las dos precedentes (y falaces) declaraciones de tregua. La nueva proclama, acogida por los partidos con una frialdad insólitamente unánime, invita a refugiarse en la cautela, aunque en sus pliegues oculte algunas razones para alimentar un precavido optimismo. Veamos.
Motivos para el escepticismo. El primero es la ambigüedad del comunicado, que consigna el cese de los atentados sin aclarar si este será temporal --y bajo qué condiciones-- o irreversible . Que los etarras intenten repetir las tretas de antaño, tras volar en una década dos treguas y otros tantos procesos de diálogo, sugiere que nada ocultan bajo la txapela, o que están convencidos de que los demócratas nos chupamos el dedo. Solo si este movimiento de ficha fuera fruto de un discreto cruce de mensajes con el Gobierno --hipótesis que, sin pruebas, debemos excluir-- se entendería que, en su momento de mayor debilidad, la banda pretendiera tejer otro proceso de paz con tan magros mimbres. Más parece que es la fuerte división interna sobre la pertinencia de perseverar en la llamada lucha armada después de medio siglo, unida a la agonizante presión de la ilegalizada izquierda aberzale, las que han aconsejado a los terroristas tomarse un respiro para ver cómo salen de su laberinto.
Motivos para el optimismo. Batasuna, hasta ahora sumisa sirvienta de los pistoleros, se ha vuelto de golpe respondona. Los presos etarras que reniegan de la violencia reciben en premio su acercamiento a Euskadi sin que la banda los expulse, acaso porque ya no da abasto ante tamaña estampida. Los jefes etarras caen uno tras otro como muñecos de feria. Y, lo mejor de todo, PSOE y PP saben que han ganado la batalla y ya no se pelean por la medalla.
Acabados, lo sepan o no
Los etarras se dividen hoy entre los que se saben acabados y los que, estándolo, aún lo ignoran. Tal vez, solo tal vez, esta dudosa tregua sea el primer paso de otros que, sin una capitulación oficial de por medio, nos traigan la paz en cómodos plazos.
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