Secretos de una banda

Un Oasis de insultos y broncas

Liam y Noel Gallagher (derecha), y el resto de Oasis (al fondo), en 'Supersonic'.

Liam y Noel Gallagher (derecha), y el resto de Oasis (al fondo), en 'Supersonic'.

MIQUI OTERO

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Aquel día volví a casa con el ánimo encapotado por alguna traición infantil y me crucé con mi abuelo, que, tras calarse la boina y guardar su navaja en el bolsillo de su camisa, me dijo muy solemnemente: «Nunca intentes discutir con un imbécil. Tendrás que ponerte a su altura y ahí él tendrá muchísima más experiencia».

Consejos como este me han convertido en un eunuco discutidor. Si quiero a quien pretende discutir, me da una lástima casi infantil que nos hagamos más daño. Si quien me reclama para una gresca no me importa o ni lo conozco, me invade una pereza atroz y pienso que puedo emplear el tiempo en algo menos aburrido. Esto, por supuesto, es más tara que virtud y no quita que (palomitas) disfrute con otros que sí saben hacerlo.

Es el caso de la banda Oasis, como demuestra el documental 'Supersonic' que proyecta el festival In-Edit. Los hermanos Gallagher discutieron antes de aprender a hablar. Durante mucho tiempo, lo bueno no eran sus discos, sino sus insultos. «En dos siglos, los universitarios estudiarán la brillante retórica de Noel Gallagher en sus entrevistas como los niños de hoy miran los debates de '1850s' entre Lincoln y Douglas», escribe Steven Hyden en 'Your Favourite Band is Killing Me', un ensayo sobre rivalidades pop. También dice que, aunque los fans de una banda se comporten como 'hooligans' futboleros, «la diferencia con el deporte es que en la música, y en el arte, el triunfo de uno no depende de la derrota del otro».

No es que estemos ante el Quevedo y el Góngora del rock and roll. Liam, por ejemplo, lleva meses colgando en Twitter fotos poco afortunadas de su hermano con la palabra «Patata». En una escena del documental, Noel mira a Liam con un amor indisimulado mientras este, que parece que acaba de esnifar toda la línea de banda del campo del Manchester City, hace el mariscal bramando que va a vivir para siempre y a volar más allá del sol. Luego el hermano mayor dice que el discurso del pequeño serviría para un anuncio antidroga. Como cantaba Smokey Robinson: «No me gustas, pero te quiero». De eso van muchas canciones y muchas vidas.