El turno

El Nostromo del Cecilio y la Pili

JOAN OLLÉ

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No todo el mundo disfruta de la suerte de tener a un minuto de casa un bar de verdad, de tres sílabas, como los de antes. Se llama Nostromo y lo regentan laPiliy elCecilio: él, exmarino mercante murciano que dejó la mar salada para ser tabernero en tierra y, además, buen y premiado escritor; ella, entre otros muchos méritos, es la arquitecta de la mejor tortilla de patatas de Europa.Sigheru, uno de los seres más delicados y elegantes que conozco, o la simpatiquísimaCristinate instalan la tortilla encima de una servilleta blanca y planchada sobre una de las mesas de mármol, te sirven un vaso del muy mejorable tinto de la casa y aquello, créanme, es el paraíso.

Y es que el Nostromo es mucho más que un bar: es un ateneo cultural en el que, siempre bajo el magisterio del murciano, se habla de literatura, de música, de amistad, de las cosas del día y de la noche, de todo y de nada... Por allá circulan laNoemí, laMar, elChico, elJoan, elMortimer, un falangista noble y educado... y de vez en cuando se cruzan las guitarras dePepeyToti,Ramonarranca a cantar aSinatray entonces ya es fiesta mayor. A pesar de su apariencia de antro barriobajero, nos visitan ilustres personajes, como el exfiscalMenao la valienteItziar González. Es un bar de buena gente, a rebosar de libros, del que acostumbras a salir mejor persona y sabiendo más cosas que cuando entraste.

No pido al Ayuntamiento de Barcelona que conceda una subvención a mi bar de cabecera, pero sí que se dé cuenta de que algunos locales de la ciudad también son patrimonio de nuestra pequeña humanidad de cada día. La multa de 1.500 euros (¡cuántas tortillas,Pili!) que les ha impuesto el señorHereupor quedarnos unos pocos hablando en voz baja después de la hora de cierre con las luces medio apagadas (nunca hemos tenido problemas con los vecinos) es un golpe muy bajo al sentido común, a la economía del local y a la vida cultural del barrio.