MIRADOR
No eran solo las cintas
El Gobierno ejemplar exige de gentes que sean, como poco, sinceras
José Luis Sastre
Periodista
José Luis Sastre
De la transición dijeron, lo dijo Vázquez Montalbán, que se produjo una "correlación de debilidades" y como nadie pudo imponer nada se acabó llegando a un acuerdo. Desde entonces, ninguna legislatura reprodujo en España una situación parlamentaria tan parecida, con tantos partidos que sumaran tan poco. De manera que Pedro Sánchez, que ya andaba por su tercera vida política tras haber muerto varias veces, observó que su única posibilidad consistía en construir su fortaleza a partir de la debilidad de los demás.
Así llego a la Moncloa y se planificó viajes presidenciales -el de ahora, en América-, así noto el favor de las encuestas según le recordó el CIS ayer mismo y así nombró a un Gobierno recibido entre elogios y al que él mismo señaló el listón: "Este será un Gobierno ejemplar". Aquí estamos, algunos escándalos después.
A Màxim Huerta se lo llevó el silencio por su pleito con Hacienda. Apenas llevaba siete días en el poder y Sánchez resistió unas pocas horas antes de la primera pérdida. En la Moncloa pronto le vieron la parte positiva, igual que en los libros de autoayuda: nosotros somos ejemplares, dijeron.
A los 100 días vino el caso de Carmen Montón, a la que se llevó el plagio. Sánchez tardó más de unas horas en reaccionar pese a que, al final, le dio también el empujón, alentado por la experiencia de dirigentes socialistas que atienden mejor a las encuestas que a la autoayuda.
Los asesores, que cobran por disfrazar el color real de las verdades, se pusieron a vender la renuncia de la ministra como otro beneficio para el PSOE, porque dejaba a Pablo Casado con las vergüenzas al aire. Ahí tienen, sin embargo, al líder del PP, que nota de la fiscalía del Supremo el frescor del que le priva el CIS. ¿Qué pasará con Dolores Delgado? Esta vez Sánchez tratará de resistir. Tres dimisiones son muchas incluso si tienes tres vidas. No hay Paulo Coelho que lo arregle.
El Ejecutivo intenta centrar el asunto en el excomisario José Manuel Villarejo, que ha hecho del chantaje su manera. Quiere la libertad y amenaza con un arsenal de cintas que demuestran el poder que le dejaron tener. Si nadie le frenó en su momento será porque a nadie le convenía. O porque nadie se atrevió, que es peor. Pero lo que tiene ahora a la ministra Delgado en el alambre no es el chantaje, sino la propia ministra, que pensó que podía negar su relación con Villarejo sin que trascendiera la verdad.
El Gobierno ejemplar exige de gentes que sean, como poco, sinceras. Es el nivel que ellos mismos se impusieron y lo único que le daba la credibilidad de la que carece el PP, capaz de dar lecciones de moral tras "afinar" a la fiscalía o ganarse el rechazo de todos los estamentos de la justicia, por citar dos casos.
En cambio, lo que se desgastará aquí no es solo el PSOE o el Gobierno, sino el escenario político en su conjunto -como quizá pretenda Villarejo- si el presidente no preside y ofrece las certidumbres más elementales: sin rectificaciones, con ministros que no mientan, sin ruidos en el Gabinete, con un presupuesto creíble y un horizonte seguro. Sea eso en 2020 o en unas elecciones anticipadas.
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