El futuro de una vía emblemática
Mejorar por dentro, mejorar por fuera
La reforma de la Rambla pasa por mirar hacia quienes todavía habitan en el interior de sus edificios
La última vez que pisé la Rambla antes del atentado fue para cruzarla. De la calle Canuda a la calle Bonsuccés. Fue un recorrido en horizontal, rápido, vigilando mi bolso y con cara de pocos amigos, esquivando turistas y haciéndoles notar que me molestaban bastante. Reconozco que evito la Rambla, pero que volví después del 17-A para pasear más lentamente, en vertical, como hacen los turistas, desde plaza de Catalunya hasta el Pla de l’Os. Hacía tiempo que no veía los quioscos de frente, desde las aceras laterales solo se ve la parte más fea.
La Rambla es esto, pasas de ella pero no soportas que nadie le haga daño. Lo he pensado estos días, ¿cómo tendría que ser la Rambla para que me apeteciera de nuevo pasear por ella? No encuentro respuesta. Ya no tiene gracia ver la gente, hay poca variedad y poco exotismo entre los turistas. La restauración en general tampoco es un reclamo. No parece que los locales necesiten dejar de servir paellas deshidratadas preparadas en un minuto y las tiendas de suvenires son negocios que suman ya más de dos generaciones. Todo esto no lo vamos a cambiar.
Reducto para turistas
Y quizá se deba cambiar. Quizá la Rambla sí tiene que ser un reducto para turistas. Creo que no sería mala idea pero entiendo que ningún gobierno quiera defenderla. Ahora le toca a Ada Colau intentar ordenar un paseo siempre desordenado. No me gustaría estar en la piel de la exconcejala Itziar González, quien tiene que construir el proyecto.
Hasta el momento se ha pensado especialmente en el tráfico, el diseño de las antiguas pajarerías y las estatuas humanas. Quizá ahora se deba hacer de otra manera. Desviando la atención hacia los edificios. Mirar qué pasa puertas adentro. Intentando que los mil vecinos que aún viven ahí no se marchen porque se sienten solos en fincas vacías, porque no tienen ascensor o simplemente los echan. Intentando llenar los espacios cerrados. Recuperando la antigua Foneria de Canons y los edificios militares de la parte baja. El ayuntamiento ha comprado algunas fincas en Ciutat Vella, ¿porqué no comprar alguna en la Rambla? Puede ser una buena inversión. Más vivienda social y más vida en la Rambla, dos en uno.
Un camino a seguir
Quizá trabajar en la rebotica de la calle más famosa no da tantos réditos, es menos agradecido, más difícil y puede que se termine el mandato pareciendo que no se ha hecho nada. Pero quizá sea el camino. Si se logra que los vecinos no se vayan, que lleguen más y que otros piensen en poner un negocio que no sea de suvenires, la Rambla puede cambiar. Y quizá abran más sitios donde desayunar bien a precios moderados. Puede que en un futuro los barceloneses no solo crucemos a toda velocidad, sino que bajemos a la Rambla para ver a unos amigos que estrenan piso con ascensor e incluso en el camino entremos en las tiendas nuevas.
Quizá en la Rambla se tenga que buscar el efecto de aquel anuncio de yogures que protagonizó José Coronado, renovar por dentro y que se note por fuera.
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