MIRADOR

Mas y Duran

XAVIER BRU DE SALA

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Hay que celebrar, en primer lugar, que Artur Mas haya trasladado a la opinión pública su voluntad y sus dudas en la cuestión primordial del Govern. Incorporar a Josep Lluís Duran Lleida en calidad de conseller en cap o confirmarlo como delegado general en Madrid. El planteamiento que ha trascendido se resume así: si Duran es el mejor (mejorando lo presente), y la pretensión del próximo president es rodearse de los mejores, no debe prescindirse de él. Ambos deberán estar de acuerdo y a buen seguro que, contando con la actual sintonía, tomarán la mejor de las decisiones. Sin ánimo de frivolizar, atendiendo a lo que expongo a continuación, y a riesgo de equivocarme, me inclinaría por el sí de Duran a Mas, a no ser que Mas se lo piense dos veces, con lo que volveríamos a la casilla de salida.

Mientras ellos y sus entornos maduran la decisión y sin ánimo de agotar el tema, algunas consideraciones. El titular de la Generalitat acumula el poder y la representación. Que el president delegue parte de sus funciones en un jefe de Gobierno estatalizaría a Catalunya, en cierto modo a la francesa (aunque no a la americana por la ausencia de contrapoderes en toda Europa). El asunto del portavoz quedaría resuelto, mientras que el president, como jefe del jefe con capacidad, por lo menos en teoría, para cambiarlo, podría escoger los temas que considerase claves o de Estado mientras el día a día, la coordinación del Ejecutivo, quedaría en manos del conseller en cap.

Sobre el papel, no es un mal dibujo. En la práctica, el mayor inconveniente consiste en el santo que se desnuda para vestir otro. Duran es un personaje clave de la política española, un referente. Como figura, equivale a un Miquel Roca, con peso propio y no solo en cuanto a delegado del nacionalismo catalán. Gran parte de las negociaciones Catalunya-España pueden llevarse desde Barcelona, pero sería patente el vacío, la ausencia, imprescindible en Madrid desde Madrid, del catalán ponderado, moderador, constructivo, hacedor de equilibrios.

Luego, hay que tener en cuenta las probabilidades de entendimiento entre ambos. Que ahora vivan una suerte de idilio, propiciado por ambos, no es garantía de que no haya roces en el futuro que lo desgasten. En el otro plato de la balanza, la inteligencia política y la calidad humana de ambos. Si logran entenderse durante toda la legislatura, y no es imposible, el tándem es impagable.

Last but not least, la ocasión del primer paso, que visto el patio hispano en algún momento habrá que dar, por modesto que sea, en la vía del soberanismo. Si están de acuerdo, garantía de cordura y estabilidad. Si no, debacle. En este punto, que puede llegar a ser el decisivo, cuanto más cerca estén, mejor para todos.