El turno

De Madrid al cielo en Ave María

JOAN Ollé

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Madrid no tiene mar, pero sí cielo y agua, su excelente agua del grifo y un cielo que supera por goleada al de Barcelona en cantidad y calidad; si en un bar pides agua mineral de pago te toman por tonto (o aún peor, por catalán). Allí el agua no es natural, sino «del tiempo», un bikini es un «mixto de jamón y queso» y en lugar de adiós es «hasta luego». Excepto en esto, su castellano se asemeja mucho al nuestro.

Madrid no solo tiene grandes museos que nos hablan de su ayer; también su historia se puede leer en los pintorescos rótulos de sus establecimientos (por ellos no pasó el diseño), en las mesas de sus cafés (aquíporciolizadosynuñecizados) y en la profesionalísima simpatía de los camareros que los atienden. Madrid, a veces, es un poco París.

Y, ante la incomprensión de aquellos amigos que para ir a Portugal cruzan de noche España para no verla (¡lo juro!), escogimos la villa y corte como lugar donde recibir el 2011 y, de paso, visitar elGuernicayLas Meninascomo parientes a los que hace tiempo que no ves, callejear por la zona de los Austrias, ver cómo pasea a trote lento la Castellana por las ventanas del Café Gijón, remar en el Retiro, tapear en José Luis (ellos con loden y zapatos de ante, ellas con los tejanos prietos dentro de las botas y el pelo recogido en cola) y seguir el Barça-Levante desde el taburete de la barra de un bar adversario, pero amigo.

Año Nuevo nos trajo un regalo imprevisto: bajo la exagerada rojigualda de la plaza de Colón habían montado un escenario presidido por una gran cruz blanca para festejar las virtudes de la familia cristiana. Cuando el Papa, por videoconferencia, se dirigió en latín a la muchedumbre, una voz gritó: «¡¡En español!!».

Al cambiar de lengua fue muy aplaudido, tanto como monseñorRouco Varela,pero ninguno de los dos logró la unánime ovación de unos padres (él con loden, ella con coleta y botas altas) a los que Dios había enviado 19 hijos. En los quioscos cercanos solo quedabaEl País.