Nuevos aires en la presidencia francesa
Los pingüinos
Lo raro no es que Macron se enamorase de una mujer mayor, sino que ella se enamorase de él
Milena Busquets
Escritora
El flamante nuevo presidente de Francia, Emmanuel Macron, y su flamante esposa, Brigitte Trogneux, se llevan 24 años. Él tiene 39 y ella, 64. Se conocieron cuando él iba al instituto, ella era su profesora. Mucho se está hablando de la diferencia de edad y del hecho insólito de que un hombre tan joven y poderoso esté casado con una mujer mayor. Pero lo raro no es que él se enamorase de ella, lo raro es que ella se enamorase de él.
A fin de cuentas, ¿quién no se ha enamorado alguna vez de su profesora? Yo, a los 6 años, estaba profundamente enamorada de Madame Chéri. Hubiese abandonado sin pestañear a mis padres, a mis abuelos, a mis dos perros, a mis 35 muñecas y a mi engorroso hermano para irme a vivir con ella, para poder probarme todos sus zapatos de tacón y ver cómo peinaba su larguísima cabellera rubia. Mi madre solo llevaba un tipo de calzado plano y sobrio y no tenía ninguna cabellera, era incomparable. Madame Chéri era el amor de mi vida hasta que un día, en el patio, le dio un bofetón a una niña que sin querer le había hecho una carrera en la media.
Solo fui testigo de dos tortas en el Liceo Francés, muchas menos de las que presencié en mi casa: recuerdo a mi madre persiguiendo a mi hermano alrededor de la mesa para pegarle y este, que era más ágil y rápido, escapándose muerto de risa. La segunda tuvo lugar en clase, un par de años más tarde. Había una compañera muy quejica y pesada que siempre se estaba lamentando y gimoteando. Un día, la profesora, harta, se acercó lentamente a su pupitre y, sin venir a cuento (la niña de todos modos, ya estaba lloriqueando, como cada día), le dio una bofetada. La alumna, estupefacta, se calló de golpe y entonces la profesora le dijo: «¡Ea! Ahora ya tienes una verdadera razón para llorar». Y siguió tan pancha con la lección. Esa fue la segunda profesora de la que me enamoré.
UNA SORPRESA PARA TODOS
Aunque en el fondo, tal vez no sea tan extraño que Brigitte Trogneux se enamorase de un mocoso de instituto. Hace unos años, una amiga, heterosexual, casada y con hijos se enamoró de una mujer. Al cabo de pocos meses, cogió a sus hijos, abandonó a su marido y se fue a vivir con ella. Nunca le habían interesado las mujeres y aquello fue una sorpresa para todos. Cuando le preguntamos cómo había ocurrido, se encogió de hombros y respondió: «Pues no lo sé, me enamoré de María, que es una mujer, pero si María hubiese sido un pingüino, pues supongo que me hubiese enamorado de un pingüino».
Tal vez solo los muy tontos se enamoran de lo que les conviene. Los demás, los normales, los raritos, los pobres desgraciados, los afortunadísimos, nos enamoramos de pingüinos, como los Macron.
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