IDEAS

Las imágenes que no queremos

Domingo Ródenas de Moya

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Tenemos los ojos llenos de imágenes execrables. Y no queremos más imágenes que nos angustian y entristecen. En las imágenes, en esas y en todas, sean fotos o pinturas, faltan el antes y el después, las causas y las consecuencias. La escena se nos presenta en un instante eterno de suspensión, como si aún fuera posible alterar los efectos, rectificar la acción, evitar la catástrofe. En el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles se conserva un fresco procedente de la Casa de los Dioscuros de Pompeya. En él se ve a Medea, erguida, empuñando una espada, en actitud reflexiva mientras observa a sus dos hijos jugando a las tabas bajo la vigilancia de su maestro Tragos. El rencor de Medea por la infidelidad de Jasón la ha empujado hasta aquí: medita su venganza, considera el asesinato de sus dos hijos como castigo al esposo. En el fresco el crimen es solo una posibilidad, Medea aún puede elegir, y el pintor escogió este instante de suspensión y duda, cuando nada irreparable había sucedido aún. Pero la potencia de la imagen está en lo que entraña de posibilidad desestimada, de resolución trágica, porque Medea decide matar a sus hijos.

Estamos ante escenas dolorosas ue aún no anuncian en toda su magnitud sus funestas consecuencias

Es Pascal Quignard quien, examinando ese fresco, señala que los pintores antiguos nunca ilustran las acciones que evocan, sino más bien su inminencia, el momento preñado de dramatismo que las precede. El ensayo de Quignard se titula 'La imagen que hoy nos falta' (Cuatro), se publicó en 2016 y es de una inteligencia que emociona, porque con suma sencillez reflexiona sobre esas imágenes (el hombre herido en la cueva de Lascaux, el saltador a las aguas de la muerte de Paestum) en las que todo ocurre «justo antes de que sea traspasada la línea fronteriza de la metamorfosis» y esta supone «una mutación sin vuelta atrás posible».

El romano Plutarco dijo que las pinturas muestran las acciones antes de suceder, mientas que los relatos los presentan como habiendo sucedido. Me he acordado de todo esto desde el domingo, con la sensación (o el deseo) de estar ante una imagen dolorosa que aún, sin embargo, no anuncia en toda su magnitud sus funestas consecuencias. Me he acordado con la esperanza de que aún no esté escrito el relato de lo que nos ocurre, como si ya hubiera sucedido.