La igualdad de los españoles
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
ALBERT SÁEZ
Una coletilla muy habitual en el lenguaje político es la necesidad de garantizar "la igualdad de los españoles". Se utiliza preferentemente para poner freno a lo que algunos consideran desde hace un par de décadas la insaciable demanda de las autonomías, especialmente las que tienen aspiraciones de ser naciones. El paroxismo llegó con la disposición adicional que se aprobó en el estatuto de Valencia que reclamaba cualquier competencia que obtuviera Catalunya. Es una manera de entender la igualdad que equipara la diferencia con los privilegios y la conduce inexorablemente a la uniformidad.
Lo curioso es que estas frecuentes apelaciones a la igualdad de los españoles no salen a colación cuando aparecen los papeles de Panamá donde queda evidenciado un trato claramente desigual. Ni cuando se compara la generosidad de determinadas exenciones fiscales en el impuesto de sociedades contra la rigurosidad que reina en el caso de las rentas del trabajo. Los españoles son mucho más desiguales si reciben su salario a través de una sociedad en lugar de una nómina que si habitan en una comunidad autónoma o en otra. Para algunos, el único peligro de desigualdad viene del ámbito autonómico al que siguen viendo como un cuerpo extraño del Estado, excepto en el caso de las diputaciones forales vascas.
Todas estas contradicciones se han puesto especialmente en evidencia en la envenenada ley catalana contra los desahucios y la pobreza energética. La progresía guiada por la bilis anticonvergente acusa al gobierno de Puigdemont de utilizar a los pobres como arma arrojadiza del "procés". Son los mismos que han baqueteado a Mas como el rey de los recortes. Pero esas ansias ideológicas les impiden ver lo mezquino de la idea de igualdad que subyace en el recurso del gobierno español en funciones: los bancos y las energéticas han de tener un trato "igual" en todas las comunidades. Los pobres, en uno u otro territorio, pueden seguir sufriendo la desigualdad. A las antípodas de lo que proclamó Aristóteles: "justicia es tratar igual a los iguales y desigual a los desiguales".
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