Las lecciones del Mundial de Suráfrica

De la furia española y otros errores

Muchos exaltadores del nacionalfutbolismo deberían hacer un acto de desagravio y pedir perdón

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ANTONIO Franco

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A partir del momento en que dejamos de rendir culto al fútbol-fuerza, de mitificar la llamada furia española, la selección despegó, dejó atrás los resultados mediocres y empezó a conseguir los mejores éxitos internacionales. Fue una mala noticia para los numerosos adoradores de la tranca que hay en nuestro país, aunque en estos momentos tengan el consuelo de que la furia española esté perfectamente bien desplazada a la política.

Volviendo al fútbol, resulta que los seleccionadores se equivocaban al convertir el «A mí, Sabino, que los arrollo» en su libro de ruta. Tarde y a regañadientes, algunos se han tenido que enterar de que ni siquiera (o tampoco) en el fútbol darle hegemonía a la furia es el mejor camino. Lo de correr más que pensar, lo de darle fuerte hacia adelante en vez de combinar con los compañeros, lo de pegar –y no hacer prisioneros– cuando enfrente hay sutileza, en este siglo XXI además de ser conceptualmente un atraso no proporciona grandes victorias.

Unos chicos que proceden o se han formado en su mayoría en la esquina noreste de la Península están dando la lección de que en el fútbol la buena coordinación mental y la creatividad son por lo menos tan importantes como la fuerza y la condición física.

Muchos cronistas exaltadores del nacionalfutbolismo de pañuelo atado a la cabeza, esos que nos han dado un auténtico coñazo elogiando lo que ellos consideran «el fútbol de hombría», deberían hacer ahora un gigantesco acto de desagravio para reconocer su error y pedir perdón. Pero no lo harán. Si España gana esta noche a Holanda se envolverán en la bandera, se apropiarán del tiqui-taca y esperarán su próxima oportunidad. Ya los conocemos. Cuando España ganó el campeonato de Europa el tiqui-taca parecía ser suyo, pero cuando perdimos el primer partido del Mundial contra Suiza no lograron reprimirse y escribieron/dijeron que tal vez sería mejor devolverle aGuardiolaalguno de sus chicos y recomponer una selección de «fútbol directo». De, ya lo saben, pelota adelante y pierna dura. El «A mí, Sabino...» en versión posmoderna.

Si analizan las cosas llegarán a la conclusión de que el fútbol tradicional de la furia española es, en esencia, el que han practicado en Suráfrica con mas técnica la mayoría de las selecciones africanas, asiáticas y suramericanas derrotadas en la fase inicial o en octavos. Casi todos sus jugadores le ganan aXaviuna carrera de 100 metros, saltan más queIniestaen los córners y pueden dar más vueltas al campo en una hora queSergio Busquets.Pero esos atletas tomados de 11 en 11 no constituyen grandes equipos, aunque sea preciso sudar tinta para abrir sus carnes y meterles un gol o para evitar que ellos lo marquen. Hacen un fútbol de categoría inferior pese a la calidad de la materia prima de su músculo porque impulsan pero no juegan la pelota, y porque piensan más en ganar los partidos que en imponer su estilo de juego.

El fútbol de segundo nivel también ha tenido protagonistas europeos. Los italianos pusieron su riqueza técnica individual al servicio de estrategias dosificadoras del esfuerzo porque eran demasiado veteranos y porque les gusta ganar con un contrataque, como haceMourinhocuando sabe que su equipo es inferior. Portugal defraudó por confiar más en la eficacia de un hombre resolutivo comoCristiano Ronaldoque en la asociación efectiva de los 11. Inglaterra se perdió a sí misma al alinear a las mejores individualidades en vez de los 11 hombres que se complementasen mejor entre sí. Vuelvo aMourinho, que le ha hecho –y temo que le hará– mucho daño a la evolución del buen fútbol porque tanto con el Oporto como con el Inter ha demostrado saber ganar partidos y campeonatos con un antifútbol moderno. En el Chelsea, con un billetero infinito, aprendió la horrorosa lección de que en este juego a veces se pierde si solo se juega bien.

El fútbol guardiolista de España es de primer nivel porque combina la creación de juego ofensivo, una técnica depurada, inteligencia en las posiciones sobre el campo y una alta combatividad racional.Del Bosquetiene la suerte de disponer de bastantes jugadores que no es que hayan salido espontáneamente buenos, sino que fueron formados cuidadosamente para aprovechar sus condiciones innatas y ponerlas al servicio de un modelo de juego superior.

Esa suerte del buen fútbol fabricado en la cantera es paradójicamente la desgracia deFlorentino. El presidente del Madrid tiene el aspecto de ser uno de esos hombres que se toman el Mundial como el escaparate de los jugadores que se pueden comprar. Pero para él esta final entre los holandeses que ya ha descartado y los catalanes que no le quieren será una tortura. Aunque esta noche sonría,Florentinotal vez será el hombre mas infeliz del mundo.

Periodista.