tú y yo somos tres

A evacuar al campo

FERRAN MONEGAL

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No dan respiro. No paran. En la moqueta de nuestros domicilios quedan todavía restos, jirones de carne de los concursantes de La isla de los mosquitos, y no nos han dado tiempo a limpiarlos. El camión-container de Tele 5 ya nos ha volcado más carne. Carne de las nuevas criaturas del reality Pasaporte a la isla, una amalgama, un batiburrillo, unos sobrantes desperdigados de otros programas (Mujeres y hombres y viceversa, ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, Gandía Shore...), que han reunido a golpes de pala y los han soltado en un secarral aledaño a la capital de España. Son eso que llaman tróspidos, ese neologismo bárbaro nacido en el arte televisivo de la pesca de arrastre que aglutina lo choni, lo friki, lo cutre, lo estrafalario y hasta con toques agropecuarios, además de  profusión de silicona en el área de las concursantes vamps, como la espectacular Lorena de Souza, muchacha que es famosa en esta cadena porque una noche, en un hotel, Paquirrin se fijó en ella y pasaron una velada muy entretenida y edificante. Hay que reconocer que Lorena es una joven que proporciona una salsa muy picante en estos aquelarres. Es vistosa a más no poder. Tiene una potencia de frontis colosal. Y lo exhibe con gran naturalidad. De pronto, se pone delante de la cámara y advierte a la audiencia: «Todas tenemos tetas, tenemos culo y tenemos chichi. Pero unas le sacamos partido y lo enseñamos, y otras no. Yo tengo que lucirlo», y efectivamente lo luce todo con una desenvoltura ejemplar.

Otro tipo de señoras incrustadas en esta martingala son las madres de muchachos que ya han sido triturados en otros programas de este imperio televisivo. Por ejemplo, doña Mari Carmen. Es una señora rupestre, pero muy sana. La recordarán de ¿Quién quiere casarse con mi hijo? Tiene golpes muy sabrosos. En vista de que en la choza que les han metido no hay ni váter, se horrorizaban las vamps y exclamaban «¡Ayyy! ¿Dónde iremos a hacer nuestras necesidades?». Y entonces saltó doña Mari Carmen, y exclamó: «Pues dónde va a ser... ¡a cagar al campo detrás de un matorral y a limpiarse con una hoja, como cuando yo iba a la vendimia! ». O sea, consejos útiles y prácticos del día a día agropecuario.

Aquí lo duro, lo tremendo, es lo de Jordi González. Estaba tan ricamente recostado en un rincón de la cadena en espera de destino, y de pronto le han metido a dirigir la gran evacuación sobre la marcha. ¡Ahh! También es mala pata.