Dos miradas

El desatino

Toda la estrategia del 'procés' ha sido un desatino. Los errores no invalidan la causa, pero sí las acciones que se han hecho en su defensa

Carles Puigdemont y los consellers cesados Lluís Puig y Clara Ponsatí, en Bruselas

Carles Puigdemont y los consellers cesados Lluís Puig y Clara Ponsatí, en Bruselas / periodico

EMMA RIVEROLA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Parece que vamos hacia una presidencia simbólica de Puigdemont. Seguimos instalados en un reino de metáforas que no deja de producir terribles consecuencias en el mundo real.

El procés solo ha encadenado derrotas estratégicas, pero sigue sin asumirlas. El 1-O quiso ser un pulso al Estado. Se perseguía pactar un referéndum legal y acordado. No se consiguió y la jornada se saldó con una violencia policial que ha sido la vergüenza del Gobierno del PP.  La ignominia alimentó el victimismo y evitó que se realizara la necesaria autocrítica en las filas procesistas. El pulso continuó con la DUI. Sin duda, la judicialización del caso ha sido una muestra de incompetencia y cobardía del PP, pero está claro que la declaración de independencia ha sido un desastre sin paliativos. Los políticos en prisión y la huida a Bruselas de medio Govern destituido son muestras demasiado amargas del fracaso.

Toda la estrategia del procés ha sido un desatino. Se despreció la fuerza del Estado y se ha acabado fulminando el autogobierno de Catalunya y quebrando la vida de muchos. Los errores no invalidan la causa, pero sí las acciones que se han hecho en su defensa. Una presidencia simbólica de Puigdemont se parece demasiado a un premio de consolación. Comprensible a nivel humano, pero no político. ¿Cuántos errores estratégicos más puede soportar Catalunya? Difícil avanzar cuando los sentimientos velan a la razón y solo se jalean las voces más devotas.