En sede vacante

La educación como tabla de surf

josep Maria Fonalleras

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Todas las estadísticas, todas las prospecciones, tienen un punto de verdad y unas dosis de mentira o indefinición. O, al menos, anotaciones al margen que dicen mucho más que las cifras globales. Los resultados de las pruebas de sexto de primaria que Educació ha hecho públicos son escalofriantes, sin necesidad de entrar en el detalle. Hace un año, el conseller Maragall dijo que un país no podía permitirse esos números, pero resulta que ahora son peores y reflejan una realidad mucho más sangrante: las diferencias insultantes que existen entre las escuelas públicas y las privadas, principalmente en terrenos como el del inglés. Se demuestra que una gran cantidad de niños de 12 años empezarán su vida de estudiante llamémosle adulto sin tener los conocimientos mínimos exigibles. Las pruebas no se fijan en la excelencia de los mejores, sino en la regularidad de todo el sistema, en el umbral que separa la cultura del analfabetismo. Si es así, no puede entenderse cómo el conseller dice que la enseñanza es un barco con una «navegación estable aunque con inclemencias meteorológicas». Más bien parece un patín de playa sometido a una corriente submarina que lo empuja sin remedio mar adentro.

El peligro de hundimiento es notable y no me sirven las excusas que hacen referencia al aumento de la dificultad y la exigencia de las pruebas. ¿Qué quiere decir? ¿Que si lo hiciésemos todo más fácil no suspenderían a tantos? ¿Que si en sexto de primaria les pidiésemos el resultado de dos más dos toda Catalunya lo resolvería? ¿Han visto los exámenes de este año? Intenten encontrarlos. Se preguntarán si un niño de 12 años tiene que saber menos que eso, que es muy poco. Rectifico: no es un patín de playa la educación. Es una tabla de surf. Y las olas no son inclemencias accidentales, sino, en esencia, inclementes.