MI HERMOSA LAVANDERÍA

Cuando te llaman puta por un pedazo de tarta

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Isabel Coixet

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Un grupo de alumnas de la Universidad de Queensland (Australia) tuvo la idea de hornear diferentes pasteles para llamar la atención sobre un tema universal acerca del que se está hablando mucho en los últimos tiempos: las diferencias en los sueldos, a igual trabajo, entre hombres y mujeres. Las cifras en Australia indican que las mujeres ganan una media de 200 euros menos a la semana que los hombres, pero que esa diferencia es mayor en los campos de la ciencia, las matemáticas y la tecnología. El evento, que empezó siendo simplemente una manera de empezar la conversación sobre el tema, se llamó 'Gender pay gap sale' [algo así como 'Venta según la brecha salarial de género'] y consistió en un modesto puesto en el que se ofrecían trozos de pastel y 'cupcakes' en el que los precios de cada pieza eran proporcionales, tomando como base un dólar, en relación con lo que cada miembro de la facultad ganaba: si eras hombre, pagabas un dólar, si eras mujer pagabas 55 centavos. 

Lo que empezó siendo una manera bastante ingeniosa (y dulce) de poner en evidencia las diferencias en los sueldos entre ambos géneros, acabó amargamente: el colectivo masculino de la universidad, que no tiene ningún problema en pagar cinco dólares por una cerveza, se negó a pagar el modesto dólar por un pedazo de tarta de chocolate casera y denunció con virulencia a las estudiantes por discriminación de género. A eso siguieron miles de insultos en las redes (“fuck feminists” –que se jodan las feministas– es el más suave), artículos satíricos, tuits devastadores e incluso amenazas de muerte. La parte positiva de esta violenta reacción ha sido que ha actuado como un revulsivo para las estudiantes de esa universidad que no se identificaban como feministas o que daban la espalda a la causa de las mujeres: les ha abierto los ojos sobre la clase de sociedad en la que vivimos, en la que el precio de una tarta de chocolate puede provocar desde una lluvia de epítetos no especialmente amables hasta que te amenacen con cortarte la cabeza y echársela a los perros. 

Esto ha sido solo el principio de esta espiral de insultos, amenazas y abusos que, aún hoy, sigue persiguiendo a las estudiantes que tuvieron la idea y que no hace más que confirmar algo que es la raíz de nuestros males: que la diferencia de sueldos es simplemente la evidencia práctica de la fundamental falta de respeto que sufrimos las mujeres en todos los campos de la vida. Habrá que hacer algo, aunque la repostería, a muchas, no se nos dé demasiado bien.