Análisis

No me chilles que no te veo

ANTÓN LOSADA

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Fue como en la popular película de Richard Pryor y Gene Wilder, pero al revés. El ciego no quería escuchar al sordo y el sordo no estaba dispuesto a ver al ciego. Todo muy correcto, jurídico y respetuoso pero bastante estéril.

Cuando se quieren resolver los problemas se hace política. Cuando no se quiere, se hace teatro. Ayer tocaba teatro. Hace tiempo que los actores principales están convencidos de que les va mejor así y que todo se arreglará con unas buenas elecciones. El Parlament plantea una demanda real pero se equivoca de procedimiento. El Congreso asume el problema pero exige otro procedimiento. Si hubiera voluntad, habría acuerdo. Pero no la hay. Lo que se busca son culpables.

Al PP y al presidente Rajoy les sale rentable el tema catalán en el resto del Estado. Allí no les cuesta un solo voto, mientras su principal alternativa, el PSOE, se desangra por la herida del PSC en un territorio imprescindible para su futuro abordaje a la Moncloa. A CiU y al president Mas también les va de perlas mantener la consulta en la agenda. Mantienen a raya a ERC en su disputa por el voto nacionalista y se ahorran explicar sus políticas de sufrimiento masivo. Todo el gasto lo asume un socialismo que primero ha pasado penurias para encontrar su camino y al que ahora le cuesta explicarlo más allá de opinar sobre cuánto no hace Rajoy y cuánto hace Mas.

El presidente no se apeó de preguntar de qué se quejan los catalanes. Le faltó decir que recurrió el Estatut por puro amor a una Catalunya en quien cree más que los propios naturales. Los enviados del Parlament parecían protagonizar uno de esos telefilmes donde querer siempre es poder. Rubalcaba intentó armar un discurso federalista que no sabemos si llega demasiado tarde o demasiado pronto. Tanta inteligencia al servicio de tan poco.