Brexit y el regreso al frío

RAFAEL VILASANJUAN

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El epicentro está en Londres y aunque la onda expansiva afecta a toda Europa las consecuencias del 'brexit' también viajan entre Washington y Moscú. Esperemos que no se congele la diplomacia hasta devolvernos a la Guerra Fría, pero de la misma manera que en la Casa Blanca inquieta una Europa dividida, Vladimir Putin ha conseguido marcar otra casilla en su lista de deseos.

Mientras la sorpresa, una semana después, ya no es el triunfo del 'brexit', sino que nadie -ni siquiera los instigadores- tuviera un plan para hacerlo efectivo, en Washington preocupa la salida de su principal aliado atlántico de Bruselas, y sobre todo inquieta la pérdida de influencia precisamente cuando Rusia y la UE pasan por su peor momento, tras la invasión de Ucrania y las sanciones europeas.

Putin solo sabe moverse en el conflicto, es un presidente de guerra. Ganó el poder incendiando Chechenia y cuando sus índices de popularidad estaban por el suelo decidió castigar a Ucrania por haber abrazado el sueño de entrar algún día en la misma Europa que los británicos abandonan libremente. Una batalla más en su guerra declarada a la UE y la OTAN, la principal amenaza a sus planes de rehacer el imperio perdido.

La política hace extraños compañeros, y en su frente europeo Putin encontró en los movimientos de extrema derecha unos aliados incomparables. Divide y vencerás: con el partido de la Libertad en Holanda o el Frente Nacional en Francia comparten un nacionalismo excluyente y un odio profundo a todo lo que viene de fuera.

GUERRA ABIERTA

Por eso a Putin le sigue interesando mantener la guerra abierta en Siria y bombardear poblaciones rebeldes. Cuantos mas refugiados salgan mayor será la presión sobre Europa, mayor la demagogia sobre la inmigración y mayor el avance y la presión de todos los partidos que quieren destruir la UE. Toda una estrategia de guerra a la que nadie intuye como responder.

Las consecuencias de la salida de Gran Bretaña refuerzan la división y el odio alentado en discursos como el de Donald Trump en américa o el de Marine Le Pen en Francia. La victoria de cualquiera de estos dos supondría una nueva muesca en la lista de deseos de Vladimir Putin. Nadie puede achacar este efecto perverso al envenenado voto británico que hoy celebran juntos Rusia y el Estado Islámico.

Pero es tarde par los británicos. Como decía la semana pasada, ellos ya han decidido otro rumbo y lo mejor que nos puede pasar a todos es que los vientos les soplen a favor. Ahora el reto es de Europa. La amenaza está ahí, Putin no va a acabar con el espacio que ha integrado a países antaño separados por el telón de acero, pero empecemos a ver que son quienes quieren acabar desde dentro con mentiras y demagogia, la amenaza más seria al espacio común que todos debemos defender para evitar regresar al frío del que nació la unión.