El 'brexit' y la crisis del Marmite
Ramón Lobo
Periodista
Periodista
RAMÓN LOBO
Si el Marmite, símbolo de la inglesidad junto al té a las cinco, hubiera sido la única vara de medir en el referéndum de junio, el Reino Unido no se movería de la UE. El 48% de los amantes de este extracto de levadura habría votado a favor de seguir frente al 35% de sus enemigos, que apostaría por la salida.
Ante el sabor del Marmite no hay neutralidad posible: gusta o se odia. Sucede también con el Bovril, un extracto de carne que sale en 'El año de la muerte de Ricardo Reis' de José Saramago, y que sirve para condimentar sopas y caldos; también para untarlo en las tostadas.
La libra esterlina, otro símbolo patriótico de las islas, está en el nivel más bajo en 31 años. La depreciación genera el aumento de los costes de las materias primas. Las empresas se defienden como mandan los cánones capitalistas: subiendo los precios.
Este ha sido el caso de la multinacional angloholandesa Unilever. Es la que produce y vende los jabones Dove, los helados Ben & Jerry, la mayonesa Hellman’s y la célebre Marmite, entre otros productos. Pese a fabricarla en Reino Unido con productos ingleses dice que el incremento de los precios le obliga a subir un 10%. Eso también es capitalismo.
GUERRA DE PRECIOS
Tesco, la principal cadena de supermercados del Reino Unido en guerra de precios con varias cadenas europeas, se negó a vender Marmite en esas condiciones y la retiró de su catálogo de Internet. El resultado fue una histeria nacional y la escasez del producto. Al día siguiente, la BBC lanzó un urgente en el que anunciaba el final feliz de la crisis (por ahora) tras el pacto de Unilever con Tesco.
El 'brexit' duro que promete la UE, no sabemos si de farol o por exigencia del guión para evitar futuras fugas, terminará por afectar al Marmite o la no menos british mostaza Coleman’s.
Ser tan independientes como les prometió Nigel Farage (uno de los líderes del adiós a la UE y que apoya a Donald Trump) les va a salir caro. La crisis del Marmite es solo el primer aviso de que el 'brexit' no se juega solo en las estadísticas y en los conceptos etéreos, se juega en cada bolsillo. Ya hay diputados tories que insinúan la necesidad de unas elecciones anticipadas antes de activar el artículo 50, el que pone en marcha el reloj de la desconexión, efectiva dos años después.
Con el susto del Marmite hemos sabido un cotilleo, gracias a Marina Hyde, columnista del 'The Guardian', que la muy británica reina Isabel II es fan del Marmite y lo utiliza para dar vida a los champiñones.
TORMENTA PATRIÓTICA
Tras la tormenta patriótica todo regresa poco a poco a la normalidad, es decir a la ficción. Tras las mentiras pre referéndum, llegan las mentiras pre 'brexit'. La primera ministra, Theresa May, vende promesas ilusorias: no habrá libre circulación de personas y las empresas británicas podrán seguir operando en la UE. Promete un buen acuerdo para el Reino Unido y dice que seguirá en las instituciones de la UE hasta el último minuto.
Políticos y analistas eurófobos restan importancia al descalabro de la libra, afirman que su depreciación es buena para las exportaciones (más del 40% son con la UE).
El país vive presa de una efervescencia nacionalista, con un incremento de las agresiones a los trabajadores extranjeros, sobre todo de Europa del Este. A muchos británicos, el 'brexit' les ha permitido sacar a la luz su auténtica enfermedad: la xenofobia.
Los ingleses inventaron el sarcasmo, y el 'brexit' es uno de los buenos. Se han disparado toda suerte de teorías de la conspiración. Un diputado conservador recogió una de ellas que acusa a Unilever de valerse del Marmite para castigar a los británicos. Otro legislador propone pasarse en masa al Vegemite.
UN GRAN SAINETE
En medio del sainete, surgió Boris Johnson, otro de los líderes del 'brexit', reciclado en ministro de Exteriores sin todas las funciones. Compartió su deseo de que un grupo de millonarios patriotas ayude a reflotar el yate real para que esté a la altura de los tiempos que vienen. Marina Hyde tituló su columna: “De la Marmite al yate real, Gran Bretaña es ahora un chiste global”.
El autor teatral Bernard Shaw, un gran sarcástico, dijo hace años que los ingleses eran un pueblo curioso, con la mala costumbre de apropiarse de lo que no era suyo: “Hablan del té, que procede de Ceilán; y del whisky, que es escocés y presumen de Bernard Shaw, que es irlandés”. El copyright sigue averiado: el Bovril lo inventó un escocés.
Solo queda que un periódico sensacionalista titule al día siguiente del corte del último amarre con la UE: “Niebla en el Canal, el continente aislado”, como dicen que hizo 'The Times' a mediados del siglo XX. Puede que este gran titular sea una mentira más.
Si quieren entender a este pueblo tan extraordinario como peculiar (mi madre es británica) lean 'How To Be a General Alien' del húngaro George Mikes. Es desternillante. Un clásico, como el Marmite
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