IDEAS
Carnaval, sí, ¿pero ahora?
Ramón de España
Periodista
Ramón de España
Lo pienso cada año y este, que se muestra especialmente riguroso, con más motivo: ¿a quién se le ocurre celebrar el carnaval cuando hace un frío que pela y la ansiada 'disbauxa' se enfrenta a una temperatura hostil que más bien mueve a quedarse en casa cerca de la estufa, viendo la tele desde el sofá bajo la preceptiva mantita? Ya sé que la tradición quiere que el carnaval se celebre en estas fechas, y que en sitios como Río de Janeiro o Tenerife el tiempo acompaña, pero en Barcelona, lanzarse a la calle en bragas para reivindicar la alegría de vivir, la sensualidad y el jolgorio es una actividad de riesgo: aquí hay que ser un auténtico militante de la juerga y el desenfreno para sumarse al carnaval.
¿A quién se le ocurre celebrar el carnaval cuando hace un frío que pela y que más bien mueve a quedarse en casa cerca de la estufa, viendo la tele desde el sofá bajo la preceptiva mantita?
También forman parte de la tradición las corridas de toros, pero hay gente que las quiere prohibir. También era muy tradicional, en ciertos rincones de la península ibérica, arrojar a una cabra desde lo alto del campanario para celebrar lo que fuese, hasta que hemos llegado a la conclusión de que era una salvajada. Las tradiciones son elásticas: en algunos pueblos controlados por la CUP se celebran tradiciones milenarias que se acaba de inventar el lumbreras de la pandilla, lo que demuestra que la tradición está algo sobrevalorada entre nosotros.
Si Dios no lo impide, el carnaval de este año va a dejar una serie de bajas considerable. Para empezar, las inevitables chicas en biquini cuya salud no correría peligro en Río de Janeiro. Por no hablar del beodo que se exceda en el consumo de alcohol, se quede frito en la calle y se convierta en una flor de invierno, que es como llaman los rusos a los cadáveres que encuentran sepultados por la nieve en sus ciudades. Puede que se produzcan menos tocamientos a mujeres de los habituales porque el rijoso de turno no esté motivado, pero esa chusma es contumaz e igual no le afecta el clima.
¿No va siendo hora de pasarnos la tradición por el arco de triunfo y buscar unas fechas más razonables para nuestros carnavales? Yo me inclino por el principio o el final del verano. El desmadre de la noche de San Juan podría dar inicio a un carnaval muy digno; o el final de agosto, para proporcionar una última juerga a los que deben reincorporarse al trabajo. Celebrarlo en febrero solo conduce a la frustración del disoluto y a un problema de salud pública.
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