Recuerdos de infancia

El mundo submarino de Nemo y Monturiol

El personaje de Julio Verne y el ingeniero catalán conocieron las profundidades sin fronteras ni banderas

FRANCINA CORTÉS

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Jordi Serrallonga

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De niño, una de las series televisivas que me marcaron para siempre fue 'El mundo submarino' del comandante Cousteau. Deseaba ser uno de los tripulantes del 'Calypso', encasquetarme el identificativo gorro rojo y descender hasta las profundidades en aquellos platillos sumergibles. ¡Submarinos!... Menuda máquina más maravillosa. Estaba rodeado de ellos. Mi padre, en sus ratos libres, los dibujaba; pero también los transformaba en maquetas.

Todavía conservo el más grande. A pesar de su delgado casco, gracias a una barra de acero en la quilla -y a la hélice impulsada por una goma elástica enrollada-, era capaz de navegar en superficie. Pero, ¿cómo sumergir una nave de madera? Mis hermanos y yo éramos unos renacuajos y, en el desaparecido estanque de Montjuïc, mirábamos a las familias que, además de lanchas y barcos varios, acudían con submarinos de juguete que se sumergían y emergían gracias a un motor alimentado por baterías. Se reían de nosotros: nuestra nave, al detenerse la hélice, flotaba inerte en medio del mini-océano. Papá nos leyó la mente y, sabedor de cómo funcionaba un submarino real, ideó una cámara que se acoplaba bajo el casco. Por un pequeño orificio entraba el agua hasta inundar el tubo metálico; es entonces cuando el sumergible iniciaba la inmersión. El artilugio iba atado a una cuerda para que, al estirar nosotros de ella, pudiera desprenderse; liberado del lastre, el submarino ascendía rápidamente. Lluís, Montse y yo nos convertimos en 'el terror del estanque'; esperábamos ocultos en las profundidades y, por sorpresa, emergíamos al paso de todos los navíos cuyos patrones habían osado burlarse del 'Monturiol'.

Las autoridades locales de la época mostraron un absoluto desinterés por el gran visionario figuerense

Así lo bautizó mi padre en honor a Narcís Monturiol (todavía no se ha borrado su apellido pintado en la proa). Ya fuera de visita en el Museu Marítim de Barcelona -ante la vitrina del 'Ictíneo II'- o de paseo por la Diagonal -donde se ubica un monumento dedicado al ingeniero figuerense-, siempre nos habló de él con admiración. Lo consideraba como uno de los pioneros de la navegación submarina. Algo que no encajaba con los textos que leíamos en los libros sobre submarinos: el nombre de Monturiol no figuraba por ninguna parte. En las traducciones, de origen anglosajón y francófono, citaban las primeras ideas de Leonardo da Vinci sobre máquinas y trajes de inmersión o hablaban del 'Turtle', un sumergible norteamericano, con forma de barril, diseñado por Bushnell en el siglo XVIII. Pero, ni palabra de Monturiol. ¿Por qué? Porque las autoridades locales de la época, al contrario de lo que pasa en otras latitudes, mostraron un absoluto desinterés por las revolucionarias máquinas sumergibles de este gran visionario. Menoscabaron, como había pasado con nuestro submarino de madera, los inventos de Monturiol.

Tras las botaduras del 'Ictíneo' (1859) y el 'Ictíneo II' (1864), y a pesar del éxito obtenido en todas las pruebas, Monturiol tuvo que desistir de su aventura submarina. En una serie de manuscritos que reunió en 1869 -y que, tras su muerte, fueron publicados bajo el título 'Ensayo sobre el arte de navegar por debajo del agua'-, escribe lo siguiente: "... si hasta ahora la investigación del fondo de los mares a favor de una nave submarina no ha merecido los honores de la dirección científica de nuestras Academias, no será porque el conjunto de los conocimientos humanos no responda a todas las dificultades de la empresa, sino porque es superior al espíritu emprendedor de nuestra época y al de la iniciativa de los Gobiernos". Zasca en toda la boca, como diría Sheldon en 'The big bang theory'.

Julio Verne, el mismo año, publicó'Veinte mil leguas de viaje submarino'. Al igual que Monturiol, el capitán Nemo concibe un ingenio sumergible: el 'Nautilus'. Con él huye de las fronteras, los gobiernos y las banderas. Solo se permite un estandarte en el cual reza un lema: 'Mobilis in mobili'.

Monturiol y Nemo fueron amos del mundo submarino real y ficticio. Los admiro. Como también admiro a Marcus Campbell, la persona que más sabe de submarinos y buzos (aunque su modestia le impida admitirlo). Juntos quisimos diseñar un chapucero sumergible con bidones -imitando el batiscafo 'Trieste de Piccard'-, pero todo llegará. Mientras, él hace tiempo que conquistó las profundidades. Se mueve libre, sin banderas, en el seno del elemento móvil ('Mobilis in mobili'). Ha topado con sabios y pacíficos pulpos gigantes y habla de mares y océanos con emoción en los ojos. Su hija María tiene suerte: conocerá el Mundo Submarino de su mano. Un mundo de todos.