Peccata minuta

Glamuroso

La universidad de la iglesia no debiera mentir: el presente no es ilusionante para la mayoría de los jóvenes que no pueden ni por asomo costearse la burrada de dinero que cuesta su matrícula

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Joan Ollé

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Soy cotidiano usuario de metro, especialmente de la línea tres, la verde, en la que me monto en la plaza de Plaça Catalunya, y, al cabo de cuatro paradas me desmonto en Poble Sec; luego enfilo la suave cuesta de la calle de Teodor Bonaplata, cruzo la plaza de las Navas, junto a la calle de l'Olivera -una día les hablaré de su cortometraje y maravilla- y sigo ascendiendo por la calle de la Bòvila hasta culminar mi trayecto en el bar Patxoca, gestionado por una simpática familia china, en cuya terraza e interior se acumulan alumnas, alumnos y docentes del Institut del Teatre, así como otros pintorescos personajes del barrio. Sí, todavía quedan barrios donde los vecinos se conocen los unos a los otros por su nombre.

Pues bien: en los pasillos y escaleras de la estación de Poble Sec llevaba tiempo llamándome la atención un cartel publicitario de la Universitat Ramon Llull-Blanquerna, exactamente el mismo con el que me volvía a topar al apearme en plaza de Catalunya. En él una bella chica de unos veintipocos, enmarcada sobre un fondo rojo, con pelo recogido en cola, abrigo camel entallado hasta las rodillas, jersey de lana fina y medio cuello, minifalda tejana de una brevedad que ciliciaría al Opus Dei, medias más que negras, blancos zapatos de discreta plataforma y la mirada en lo más alto, evitando la nuestra, posando para Dios. Encima de ella, unas pequeñas palabras: 'El futur és exigent'. Y, debajo, otras enormes: 'EL PRESENT, IL·LUSIONANT'.

Glamuroso y perfumado 'look Arrimadas'

Un buen día decidí -'qui no té feina, el gat pentina'- sentarme una larga media hora en uno de los bancos del andén de Poble Sec a observar, y no tuve suerte: ninguna de las chicas que accedieron a los vagones o se apearon de ellos no tenían nada pero nada que ver con el glamuroso y perfumado 'look Arrimadas' de la universitaria del anuncio. Pensé en llamar a los de la Ramon Llull, advirtiéndoles de la inutilidad de su inversión publicitaria en el Paral·lel y aconsejarles el traslado del cartel luminoso a una estación de mayor rango: transporte público y universidad privada no solo no rimaban en el Poble Sec, sino que, además, el imposible cóctel tenía, a mi entender, un algo de provocación.

No, la universidad de la iglesia no debiera mentir: el presente no es ilusionante para la mayoría de los jóvenes que no pueden ni por asomo costearse la burrada de dinero que cuesta matricularse en la hiperselectiva Llull, y el futuro será tan exigente con ellos que les relegará a trabajos menores o a un inevitable exilio laboral de imprevisibles dimensiones.

El protagonista de 'Blanquerna', escrita en 1274 por el filósofo y místico mallorquín, decide, después de ser Papa, acabar sus días en una muy pobre y aislada ermita. Fue una decisión espiritual, no una condena social.