ANÁLISIS

Torra, ¿jefe de los Mossos o de los CDR?

El 'president', responsable de garantizar el orden y la seguridad en Catalunya, no puede jalear el corte de carreteras o la toma al asalto de una Delegación del Govern

Quim Torra

Quim Torra / periodico

ENRIC HERNÀNDEZ

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Un año después del 1-O, los Comitès de Defensa de la República (CDR) tienen la palabra. Este lunes han conmemorado a su particular manera el simulacro de referéndum de hace un año, fallido mucho antes de que se produjera la intolerable represión policial. Bloqueo temporal de una línea del AVE y de un centro logístico, toma al asalto de la Delegación del Govern en Girona, cortes de autopistas y carreteras con neumáticos, cierre al tráfico de varias arterias de Barcelona... Todo ello, aderezado con los altercados nocturnos ante el Parlament. Un lunes cualquiera en la Catalunya del 'procés'. 

En una de las ceremonias convocadas este 1-O por el Govern, por ahora más conmemorativo que ejecutivo, Quim Torra no ha deslizado ni una sola crítica a los CDR. Ni por el intento de colapsar el país, ni por las agresiones del sábado en Barcelona, ni por sus enfrentamientos con los Mossos. Antes al contrario, los ha conminado a seguir: "Amigos de los CDR: apretáis, y hacéis bien en apretar."

No parece que la función del 'president', responsable de asegurar el orden y la seguridad en Catalunya, sea jalear a quienes los ponen en peligro. Ni es compatible dirigir los Mossos y liderar los CDR, cuestionando los "protocolos" de los agentes mientras su 'conseller' de Interior, emulando al inefable Alfonso Dastis en la BBC, se empeña en negar unas cargas policiales sobradamente documentadas. Todo ello, por lo demás, no ha evitado que los CDR exijan las dimisiones de Torra y Miquel BuchMiquel Buch

Ante la constante redifusión de las imágenes que atestiguan la violencia policial del 1-O, un bucle infinito en la televisión pública y en las redes sociales, es lógico que el independentismo más activo se eche a la calle en señal de protesta. No lo es tanto que los CDR descarguen su frustración sobre catalanes inocentes. Y aún lo es menos la condescendencia oficial con la minoría independentista que rompe cordones policiales o entra a la fuerza en dependencias públicas.

La ley, según la solapa

En ese contexto, la reflexión más inquietante de Torra ha sido la siguiente: "Condeno cualquier acción de violencia, pero no condeno a ningún independentista." Como sabe el 'president', los actos violentos --a diferencia de los incendios, que pueden ser fortuitos o intencionados-- siempre tienen un autor. Y la violencia, como él mismo escribió este verano, "exige una condena firme, sin matices ni equilibrios, por parte de todos".

Se refería entonces a quienes calificaba de "fascistas", culpándoles de amenazar a los soberanistas que se dedicaban a colgar lazos amarillos en solidaridad con los políticos presos. Pero la máxima del jefe del Govern debería ser igual de válida fuera cual fuera la ideología del agresor. Porque, de lo contrario, la Generalitat estaría lanzando un mensaje extremadamente peligroso: que hay actos violentos execrables y otros que son tolerables. O, lo que es lo mismo, que en Catalunya la ley se aplicará de distinto modo en función del símbolo que cuelgue de la solapa del infractor.